Agricultura

El sector semillero libra una batalla global contra los microplásticos

Empresas, reguladores y organizaciones del agro buscan alternativas sostenibles a los microplásticos utilizados en los tratamientos de semillas, un cambio clave para la sostenibilidad agrícola mundial.

 En la era de la agricultura sostenible, el sector semillero global enfrenta uno de sus desafíos más urgentes: reducir y eliminar el uso de microplásticos en los tratamientos de semillas. Estos diminutos polímeros, fundamentales durante décadas para proteger el material de siembra y mejorar su precisión, se han convertido en una preocupación ambiental creciente por su persistencia en el suelo y los ecosistemas acuáticos.

Una reciente declaración de la Federación Internacional de Semillas (ISF) reavivó el debate dentro de la industria. El consenso es claro: los beneficios agronómicos de los tratamientos de semillas son indiscutibles, pero la presión regulatoria y social obliga a acelerar la transición hacia polímeros biodegradables y procesos más limpios.

Rob Pronk, gerente global de marketing y asuntos regulatorios de Incotec, explicó que los tratamientos de semillas (STP) son esenciales para la protección de cultivos, ya que reducen el uso de productos fitosanitarios y permiten un control preciso sobre el desarrollo de las plantas. "El tratamiento de semillas es una de las prácticas más sostenibles, porque optimiza el uso de insumos y minimiza la exposición del ambiente. Pero debemos lograr los mismos beneficios sin depender de microplásticos", afirmó.

Los STP incluyen desde recubrimientos químicos y biológicos hasta bioestimulantes y fertilizantes especializados, diseñados para proteger la semilla desde la siembra. Su precisión ha sido una de las grandes fortalezas de la industria moderna: evita el desperdicio de productos, reduce la exposición de los trabajadores y mejora la eficiencia de las aplicaciones. No obstante, la estructura polimérica de algunos recubrimientos -clave para la adherencia del tratamiento- contiene partículas plásticas que, una vez en el suelo, no se degradan fácilmente.

Según Robert Gaffney, director global de marketing y tratamientos de semillas de BASF, los polímeros cumplen una función vital al garantizar la correcta adherencia de los productos y evitar que el polvo contamine el ambiente. "Nuestra prioridad es desarrollar recubrimientos sin microplásticos que mantengan la seguridad del operario y la eficacia agronómica", explicó.

Regulaciones y transición tecnológica

En Europa, la Comisión Europea introdujo en 2023 una restricción progresiva al uso de microplásticos añadidos intencionadamente, que incluye los tratamientos de semillas. La medida establece un período de transición de cinco a ocho años, dependiendo de la categoría del producto, para que las empresas desarrollen alternativas viables y cumplan con la nueva normativa ambiental.

El desafío regulatorio no se limita al continente europeo. Canadá, Australia, Estados Unidos y Brasil analizan medidas similares dentro de sus marcos de sostenibilidad, lo que presiona a las compañías globales a alinear sus formulaciones con las futuras exigencias internacionales.

"Necesitamos tiempo para innovar y validar alternativas sin comprometer la calidad ni la seguridad", señaló Bert Compaan, director de investigación en patología de semillas de Bejo Zaden. "Los polímeros biodegradables aún requieren ensayos de compatibilidad con los productos biológicos, y las máquinas de aplicación deben adaptarse a sus propiedades físicas. Es una transición tecnológica, no solo normativa".

La presión ambiental y las nuevas regulaciones están acelerando el desarrollo de polímeros de base biológica, formulaciones naturales y sistemas de recubrimiento con materiales solubles o degradables. Empresas de biotecnología agrícola, como Incotec, BASF, Bejo Zaden y Syngenta Seeds, están invirtiendo en I+D para lograr que los recubrimientos sin microplásticos mantengan el mismo rendimiento en siembra, germinación y protección.

De acuerdo con la ISF, el compromiso de la industria es total: "Existe un amplio apoyo para ofrecer productos libres de microplásticos siempre que sea técnica y económicamente viable", afirmó Rose Souza Richards, gerente de asuntos fitosanitarios del organismo. La transición hacia materiales sustentables ya está en marcha, y se espera que las primeras generaciones de tratamientos de semillas "eco-friendly" lleguen al mercado a partir de 2026.

Más allá del cumplimiento regulatorio, el cambio responde a una tendencia estructural del agro mundial: los consumidores, las certificadoras y los compradores internacionales exigen cada vez más trazabilidad ambiental en toda la cadena de producción. En este contexto, los tratamientos sin microplásticos se posicionan como una ventaja competitiva para las empresas que buscan alinearse con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, especialmente el ODS 12: producción y consumo responsables.

Aunque los microplásticos representan menos del 1% del total liberado al ambiente -según estimaciones de la ISF-, su eliminación se ha transformado en un símbolo del compromiso del sector semillero con la sostenibilidad. En la práctica, el desafío combina innovación tecnológica, adaptación industrial y colaboración regulatoria.

El proceso no será inmediato. La reformulación de productos, la homologación de nuevas materias primas y la validación de su desempeño agronómico demandarán inversión y tiempo. Pero el horizonte está trazado: una industria semillera más verde, eficiente y transparente.

La batalla contra los microplásticos en los tratamientos de semillas refleja una transformación más amplia en el agro global: la búsqueda de un equilibrio entre productividad y sostenibilidad. La innovación en materiales biodegradables, el avance de los biológicos agrícolas y la presión de las regulaciones ambientales internacionales están marcando el inicio de una nueva etapa, donde cada semilla será también un símbolo de compromiso ambiental.

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