La carne alcanza precios récord y América marca la tendencia global
La FAO reportó que en septiembre los precios internacionales de la carne se incrementaron por octavo mes consecutivo. La escasez de ganado en EE.UU., la fuerte demanda sobre Brasil y las alertas sanitarias en México sostienen la presión en un mercado que empuja la inflación alimentaria.
Los precios internacionales de la carne atraviesan su racha alcista más prolongada en casi cuatro años. El último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) confirmó que en septiembre el índice de la carne subió 0,7%, marcando el octavo mes consecutivo en aumento y consolidando un récord histórico en el mercado global.
Mientras otros rubros de alimentos monitoreados por la FAO -como cereales, aceites vegetales, lácteos y azúcar- registraron leves descensos, la carne fue el único grupo que mantuvo una tendencia de incremento constante. Esto refleja que el producto se ha convertido en un verdadero termómetro de la tensión alimentaria mundial, con un peso significativo en la inflación que afecta tanto a países desarrollados como a economías emergentes.
El fenómeno responde a factores regionales que tienen repercusiones globales. En Estados Unidos, la cabaña bovina se encuentra en su nivel más bajo en décadas, lo que llevó a un aumento de las importaciones de carne, especialmente desde Australia. En Brasil, principal exportador mundial, los precios internos también escalaron debido a una fuerte demanda internacional, compensando parcialmente las trabas comerciales con EE.UU. tras la imposición de aranceles más altos. En tanto, en México, la detección del gusano barrenador del ganado encendió alarmas sanitarias y sumó incertidumbre a la oferta regional.
Estados Unidos, Brasil y México: epicentro de la escalada
La reducción de ganado en Estados Unidos no solo repercute en su mercado doméstico, sino que arrastra a toda la cadena de abastecimiento internacional. La necesidad de importar más carne abrió espacio para proveedores de Oceanía y Sudamérica, presionando al alza los precios globales.
En Brasil, la ecuación es distinta: su liderazgo exportador se mantiene gracias a la competitividad productiva, pero la demanda externa elevada eleva los precios locales, generando tensión en la industria frigorífica y en el consumo interno. El encarecimiento de la carne brasileña ha sido uno de los motores del incremento que refleja la FAO.
Por su parte, México atraviesa un momento complejo con la aparición del gusano barrenador del Nuevo Mundo, una plaga que amenaza la sanidad animal y que podría derivar en restricciones comerciales más severas. Aunque la producción mexicana no tiene el peso de Brasil o Estados Unidos en el mercado global, la situación sanitaria refuerza la percepción de riesgo y contribuye a la presión de precios.
El impacto de estas dinámicas va más allá de los países involucrados. El Banco Central Europeo advirtió en septiembre que los alimentos están aumentando a un ritmo más acelerado que la inflación general, y en el Reino Unido los minoristas alertaron que los mayores costos energéticos y laborales continúan encareciendo la cadena de suministro agrícola. El resultado es un escenario donde la carne actúa como un motor global de inflación.
Incluso la carne de ovino registró subas adicionales en septiembre, consolidando la tendencia alcista de todo el índice cárnico. En contraste, los cereales y aceites vegetales dieron un respiro, pero insuficiente para compensar el fuerte encarecimiento de la proteína animal.
La perspectiva hacia finales de 2025 no ofrece aún un horizonte claro de alivio. Para que los precios se estabilicen, será necesario que Estados Unidos logre recomponer su hato ganadero, que Brasil mantenga sus flujos exportadores sin nuevas trabas y que México controle la emergencia sanitaria en su sector pecuario.
Mientras tanto, el consumidor enfrenta valores récord para un alimento central en la dieta mundial, y los responsables políticos observan cómo la carne se consolida como un factor crítico en la inflación alimentaria global. Los próximos meses dirán si esta escalada se convierte en un nuevo ciclo prolongado de precios altos o si logra contenerse con una recuperación de la oferta.