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Retenciones cero, bronca máxima: productores afuera del negocio y un país atrapado en su propio laberinto

En apenas 72 horas se agotó el cupo de retenciones cero. El beneficio quedó en manos de grandes exportadores y los productores advierten que "ni la vimos".

La foto que dejó el experimento de las retenciones cero es la misma de tantas otras pruebas piloto en la Argentina: un anuncio que genera euforia, un beneficio que dura un suspiro y un campo dividido entre los que alcanzaron a aprovecharlo y los que se quedaron afuera. En este caso, fueron apenas tres días de gracia antes de que la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) confirmara que el cupo de u$s7.000 millones en DJVE había sido alcanzado y que, por lo tanto, el esquema volvía a la normalidad.

La Sociedad Rural de Rosario fue la primera en poner voz a la bronca: "El beneficio se agotó en pocas horas y quedó concentrado en un grupo reducido de grandes exportadores. La enorme mayoría de los productores primarios quedó al margen". En las redes, la reacción fue aún más descarnada. La dirigente cordobesa Vanesa Padullés sentenció: "Se terminó el encanto: la carroza vuelve a ser zapallo. Retenciones otra vez. Los productores ni la vimos".

El trasfondo, como admiten incluso analistas cercanos al oficialismo, fue más financiero que productivo. El Gobierno necesitaba un shock de dólares para reforzar reservas y encontró en la eliminación temporal de retenciones una herramienta veloz para lograrlo. Los exportadores, con reflejos de cirujano, anotaron un récord histórico de operaciones. Los productores, en cambio, volvieron a sentir que quedaron a un costado.

En paralelo, se abre un frente complejo: muchas de las ventas declaradas aún no tienen respaldo físico en granos. Esto obligará a las compañías a salir a comprar soja en las próximas semanas, en un contexto de precios que ya comenzó a desinflarse. Lo que se proyecta es una "sequía comercial" con conflictos entre exportadores y productores sobre qué valor debería pagarse.

El resultado: lejos de ordenar, el Decreto 682/2025 dejó sembrada una guerra de desconfianza en la cadena. Y no es la primera vez. Como ocurrió con los sucesivos "dólar agro" de gestiones anteriores, el corto plazo manda, el largo plazo se posterga y el sector agroindustrial, que debería ser la máquina de generar divisas, queda atrapado en la incertidumbre.

Mientras tanto, en el plano internacional, la Argentina vuelve a pedir auxilio financiero en Washington y los movimientos de su política agropecuaria generan ruido entre productores de Estados Unidos y Brasil. Otro síntoma de un país que sigue improvisando en su sector más estratégico.

El campo argentino, con su capacidad probada de generar dólares, vuelve a chocar con las reglas cambiantes de un Estado que actúa con urgencias. En vez de diseñar una estrategia estable para potenciar la producción y la inversión, se repite la fórmula del parche: un beneficio fugaz, seguido por un regreso abrupto a la normalidad.

En el balance, la sensación que queda es la de siempre: "más de lo mismo" en un país impredecible, donde las oportunidades se esfuman en horas y el descontento dura mucho más que los anuncios.

Agrolatam.com
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