Las asociaciones semilleras de América Latina trazan el rumbo hacia un futuro más innovador y sostenible
Las principales asociaciones de semillas de América Latina impulsan una agenda común basada en innovación, biotecnología y sostenibilidad para fortalecer la seguridad alimentaria global.
En un contexto global marcado por los desafíos del cambio climático, la presión regulatoria y la necesidad de mayor productividad agrícola, las asociaciones nacionales de semillas de América Latina comienzan a asumir un papel más activo en la transformación del agro regional. Desde Brasil, México y Chile hasta Perú, Uruguay y Guatemala, el mensaje es claro: el futuro del sector dependerá de la capacidad de innovar, colaborar y armonizar regulaciones que permitan a los productores acceder a las nuevas tecnologías de mejoramiento genético.
El presidente ejecutivo de la Associação Brasileira de Sementes e Mudas (ABRASEM), Ronaldo Troncha, destacó la prioridad de aprobar una nueva ley de protección de cultivares en Brasil, un paso clave para garantizar los derechos de propiedad intelectual sobre las variedades vegetales y ofrecer mayor seguridad jurídica a los obtentores. "El país necesita un marco moderno que incentive la innovación sin perder de vista el privilegio del agricultor, permitiéndole reservar semillas para uso propio", explicó Troncha.
Desde México, Mario Puente Raya, director ejecutivo de la Asociación Mexicana de Semilleros (AMSAC), subraya la importancia de consolidar un entorno que permita aprovechar las nuevas técnicas de mejoramiento vegetal (NBTs). "Queremos que México cuente con las condiciones regulatorias, de infraestructura y capacidad necesarias para desarrollar semillas con los mejores atributos frente al cambio climático", señaló. Puente advirtió, sin embargo, que el principal desafío es evitar decisiones políticas alejadas de la ciencia, lo que podría frenar la innovación y limitar la competitividad del país.
En Chile, Mario Schindler, director ejecutivo de ANPROS, reafirmó el liderazgo del país como principal productor de semillas de contraestación del hemisferio sur. Para mantener esa posición, explicó, se requiere fortalecer la sostenibilidad, la calidad fitosanitaria y la investigación aplicada. "Chile ha demostrado ser un proveedor confiable gracias a su infraestructura y regulaciones estables. El reto es seguir innovando en un contexto global cada vez más exigente y competitivo", sostuvo.
El Perú busca aprovechar sus ventajas climáticas y su mano de obra técnica para transformarse en un centro estratégico de producción y exportación de semillas. Según Julio Vivas, gerente de APESemillas, el país tiene condiciones excepcionales para la producción de semillas de alta calidad en contraestación. "Nuestro desafío es posicionar al Perú como proveedor confiable y ampliar su visibilidad internacional, participando en ferias globales y promoviendo alianzas público-privadas", explicó.
Desde Uruguay, la visión es compartida por dos entidades clave. Agustín Damboriarena, gerente de la Cámara Uruguaya de Semillas (CUS), enfatiza el potencial de la biotecnología y la edición genética para generar nuevas variedades adaptadas a las demandas del mercado y del ambiente. "El desafío está en simplificar regulaciones y construir confianza social en torno a las nuevas tecnologías", afirmó. Por su parte, Victoria Stewart, gerente de operaciones de URUPOV, remarcó la necesidad de fortalecer la protección de los derechos de obtentor vegetal y de mantener marcos legales ágiles que estimulen la innovación. "Uruguay ya es un referente en certificación, trazabilidad y genética; ahora debemos acelerar la incorporación de biotecnología y ampliar los mercados", añadió.
En Guatemala, Waldemar Dell Campollo, director de la ASEG, llamó a superar las divisiones entre los sectores público y privado, impulsando un diálogo basado en ciencia y cooperación regional. "Solo con marcos regulatorios armonizados y participación de todos los actores podremos aprovechar plenamente las oportunidades que ofrece la agricultura moderna", expresó.
El nuevo gremio venezolano ASINAGRI, surgido de la fusión entre la Asociación Venezolana de Semilleras y la de Fabricantes de Agroquímicos, también busca reposicionar al país en la agenda agrícola regional. Su presidente, Aurelio Sánchez, adelantó que trabajan en una nueva ley de semillas que permita incorporar variedades genéticamente mejoradas y resistentes a plagas, en un esfuerzo por recuperar la productividad agrícola nacional.
Más allá de sus diferencias, todas las asociaciones coinciden en una prioridad compartida: avanzar hacia una armonización regional de políticas y estándares que estimule la competitividad, reduzca la piratería de semillas y garantice propiedad intelectual y trazabilidad. En un escenario global donde las cadenas agroalimentarias son cada vez más interdependientes, América Latina tiene la oportunidad de consolidar su liderazgo como proveedor de genética vegetal, innovación y sostenibilidad para el mundo.
La visión que emerge desde las asociaciones semilleras latinoamericanas refleja una región en transformación: más conectada, tecnológica y consciente de su rol estratégico en la seguridad alimentaria mundial. La cooperación multilateral, la inversión en biotecnología responsable y el fortalecimiento de los marcos regulatorios serán las semillas que definan si América Latina logra posicionarse, finalmente, como una superpotencia agrícola sostenible.