Soja y guerra comercial: el cóctel que reconfigura el tablero agrícola mundial
La tensión entre Estados Unidos y China vuelve a alterar los precios globales de los granos. En ese contexto, Brasil gana terreno y Argentina busca sostener su competitividad.
La guerra comercial entre EE.UU. y China volvió a tensarse con sanciones cruzadas y trabas a la exportación de tierras raras, justo en el momento de mayor presión de cosecha de soja en Norteamérica. El resultado fue inmediato: los precios en Chicago se debilitaron y la incertidumbre volvió a dominar el mercado.
El conflicto se agravó cuando ambos países aplicaron multas a buques que cargaran en puertos de la contraparte, reduciendo las posibilidades de un acuerdo que reabra el flujo comercial de soja estadounidense hacia China. A esto se sumó el cierre del gobierno de Estados Unidos, que paralizó la publicación de los reportes clave del USDA, como el informe de oferta y demanda mundial (WASDE) y los avances de cosecha. Sin esos datos, los mercados operan a ciegas.
En medio de ese escenario, los productores norteamericanos muestran un fuerte descontento, mientras el gobierno de Donald Trump anunció un paquete de ayuda de entre 10 y 15 mil millones de dólares que aún no logra implementarse. Analistas privados estiman que los rendimientos de maíz y soja serán inferiores a los proyectados originalmente, lo que podría agravar el impacto en la economía agrícola estadounidense.
Mientras tanto, Brasil consolida su papel como proveedor clave de China. El país sudamericano cubrirá gran parte de las compras del gigante asiático, con proyecciones de exportar más de 102 millones de toneladas de soja, superando su propio récord histórico de 2023. Además, la siembra avanza al segundo ritmo más rápido de la historia, lo que anticipa una cosecha temprana y acorta el período en el que China depende de EE.UU. para abastecerse.
Por su parte, Indonesia también incide en el mercado oleaginoso, al anunciar que en 2026 elevará la mezcla de biodiésel de 40% a 50%. Esta decisión implicará un aumento del 33% en el consumo de aceite de palma, generando expectativas firmes sobre la demanda de aceites vegetales.
En el frente local, la soja sigue siendo el mercado más activo. Luego del breve período de retenciones cero, las ventas se mantuvieron elevadas, aunque comienzan a normalizarse. Aun así, el volumen comercializado ya alcanza el 65% de la producción esperada, doce puntos por encima del promedio histórico. Los compradores, que semanas atrás pagaban por encima de la capacidad teórica con derechos de exportación del 26,5%, hoy muestran una postura más cauta.
Los embarques de septiembre fueron récord, y la fila de buques esperando carga en los puertos argentinos duplica lo habitual para la época. Solo en poroto de soja hay 685 mil toneladas programadas, mientras que los embarques de aceite subieron de 180 a 350 mil toneladas. Esta fuerte salida de mercadería redujo las primas locales de exportación, pero permitió a China cubrir sus necesidades de octubre y buena parte de noviembre, mientras Brasil utiliza sus stocks de seguridad para sostener la oferta.
La contracara de esta intensa actividad es el retraso en la venta de maíz y trigo. En el caso del maíz, la comercialización con destino a exportación sigue muy lenta, con menos de 200 mil toneladas vendidas en la semana y apenas el 50% de los negocios a precio cerrado, frente al 63% histórico. El line-up semanal cayó a 780 mil toneladas, menos de la mitad del promedio, y en septiembre solo se embarcaron 1,8 millones de toneladas, contra casi 3 millones habituales.
En el trigo, la situación es más delicada. A un mes del pico de cosecha, las condiciones son excelentes, y la Bolsa de Rosario estima una producción récord de 23 millones de toneladas, igualando el máximo histórico. Sin embargo, las ventas a futuro están muy atrasadas: solo el 7% de la producción fue comercializada, y si se suman los negocios a precio, se llega apenas al 16% de la cosecha proyectada, frente al 33% promedio. Los productores esperaron mejores precios que no se concretaron, y ahora, con la nueva cosecha encima, podrían verse forzados a vender por razones logísticas o financieras.
El contexto internacional también juega un papel clave. Las exportaciones de Rusia de trigo, que comenzaron lentas, se aceleraron con productores aceptando precios más bajos. En tanto, el país planea reducir su superficie sembrada de trigo en un 6,2% para pasar a oleaginosas como girasol, más rentables en el actual escenario. Esta tendencia podría presionar los precios del trigo hacia arriba en el mediano plazo, aunque por ahora el mercado global cotiza cerca de mínimos de cinco años.
En el sur, tanto Argentina como Australia se preparan para cosechas abundantes, lo que refuerza la idea de una oferta global elevada y un mercado competitivo en los próximos meses.
Por otro lado, Brasil sigue expandiendo su mercado interno de maíz, gracias al auge de la producción de etanol y al crecimiento de sus exportaciones de carne. Solo en septiembre, las ventas externas de carne de cerdo alcanzaron 151.600 toneladas, y las de carne vacuna a China aumentaron 38,3%. Ese dinamismo interno permite que Brasil evite la presión de cosecha que en julio suele complicar al maíz tardío argentino, y refuerza su posición como líder regional.
En Argentina, el avance de la siembra de maíz ya supera el 25% del área total, con un ritmo excepcional en las últimas diez campañas. Las buenas condiciones de humedad en Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires impulsaron la implantación, aunque en zonas del oeste se prevén demoras y posibles cambios hacia maíz tardío, de menor rendimiento potencial.
Tanto la Bolsa de Comercio de Rosario como la de Buenos Aires mantienen proyecciones de cosecha récord, con 61 y 58 millones de toneladas respectivamente. Sin embargo, el desafío está en agilizar la comercialización y mejorar la logística portuaria para evitar cuellos de botella en plena cosecha.
En resumen, la combinación de guerra comercial, presión de cosecha y nuevas dinámicas en el mercado regional configura un tablero desafiante. Brasil aprovecha cada vacío dejado por EE.UU., China redefine sus compras, e Indonesia empuja la demanda de aceites. En ese entorno cambiante, Argentina tiene la oportunidad de capitalizar su potencial, pero para hacerlo deberá garantizar previsibilidad, mejorar su infraestructura y sostener políticas estables que le permitan competir en igualdad de condiciones.