Tarija concentra más del 50% de su vid en la variedad Moscatel de Alejandría
El valle central de Tarija cultiva unas 3.200 hectáreas de uva, y la mitad corresponde a Moscatel de Alejandría, variedad clave para el vino y el singani bolivianos.
El corazón vitivinícola de Bolivia se encuentra en Tarija, donde el cultivo de la vid se ha convertido en un motor económico y cultural para miles de familias. Según estimaciones recientes del vocero de la cadena uva, vino y singani, José Luis Sánchez Caro, el departamento cuenta con unas 3.200 hectáreas plantadas con uva, y aproximadamente el 50% pertenece a la variedad Moscatel de Alejandría, reconocida por su versatilidad y calidad aromática.
Los datos corresponden al período 2018-2019, año en el que se realizó un censo vitivinícola cuyo informe aún no ha sido publicado oficialmente. Aun así, los productores y técnicos del sector consideran que las cifras reflejan una realidad productiva vigente, con tendencia al crecimiento y a la consolidación de Tarija como epicentro de la industria del vino y el singani bolivianos.
Sánchez destacó que la variedad Moscatel de Alejandría tiene una ventaja competitiva clave: puede destinarse tanto a la elaboración de vino y singani, como al consumo en fresco como uva de mesa, lo que permite diversificar los mercados y asegurar rentabilidad a los productores incluso en años de menor rendimiento.
"Es una variedad noble que se adapta muy bien al clima de los valles tarijeños, con una demanda constante tanto para destilados como para fruta fresca", señaló el vocero, quien subrayó que el potencial de crecimiento del rubro depende de un mayor apoyo estatal para fortalecer la tecnificación, la infraestructura y la promoción comercial.
En todo el país, la superficie cultivada con uva ronda las 4.500 hectáreas, concentradas principalmente en Tarija, pero también con presencia en Chuquisaca, Santa Cruz y Cochabamba, donde la viticultura ha ido ganando espacio en los últimos años.
Se estima que la cadena vitivinícola boliviana involucra a unas 10.000 familias, de las cuales entre 3.200 y 3.600 están directamente vinculadas a la producción en Tarija.
El cultivo de la vid no solo representa una fuente de ingresos, sino también un patrimonio cultural y turístico, asociado a la tradición del singani, bebida emblemática de Bolivia con denominación de origen, y al creciente reconocimiento de los vinos tarijeños en el mercado regional.
El Instituto Nacional de Estadística (INE) anunció la realización de un Censo Agropecuario Nacional en 2026, que incluirá un capítulo especial sobre la vitivinicultura. Según adelantó Sánchez, el municipio de Uriondo será la zona piloto para la recopilación de datos, dada su relevancia en la producción de uva y singani.
El valle central de Tarija, junto con la provincia Cercado, concentran la mayor parte de los viñedos, caracterizados por sus condiciones agroclimáticas únicas: altitud entre 1.600 y 2.200 metros sobre el nivel del mar, amplitud térmica favorable y suelos con buen drenaje. Estos factores naturales, combinados con la experiencia de los productores, permiten obtener uvas de alta calidad en aromas, color y grado alcohólico.
Los especialistas destacan que el desarrollo del sector requiere políticas de fomento más activas, como créditos accesibles, programas de capacitación y una mayor articulación público-privada para ampliar los canales de comercialización interna y externa.
A medida que crece la demanda internacional por vinos y destilados de origen andino, Tarija se proyecta como un polo vitivinícola en expansión, con capacidad para aumentar su producción y fortalecer su posicionamiento en mercados de nicho.
"La viticultura tarijeña tiene identidad, calidad y potencial. Con apoyo institucional y planificación, puede transformarse en una de las cadenas agroindustriales más dinámicas del país", afirmó Sánchez.