Uruguay

El cambio climático abre la puerta a Uruguay como productor de yerba mate

Estudios advierten que el calentamiento global podría reducir las áreas de yerba en Brasil y Paraguay y abrir espacio a un cultivo en Uruguay.

La yerba mate, infusión ritual y cotidiana en gran parte del Cono Sur, atraviesa un momento de redefinición en el mapa agrícola regional. La planta Ilex paraguariensis, tradicionalmente cultivada en Argentina, Paraguay y el sur de Brasil, podría sumar un nuevo protagonista inesperado: Uruguay.

Un estudio de investigadores brasileños realizado en 2024 proyecta que las áreas favorables para este cultivo disminuirán en Brasil y Paraguay, mientras que Uruguay podría ver incrementadas sus condiciones aptas hacia finales de este siglo. El cambio climático es el motor de este corrimiento geográfico. Bajo distintos escenarios de emisiones de gases de efecto invernadero, las zonas productivas tenderían a desplazarse del noreste hacia el suroeste de la región. En el peor de los casos, Uruguay, junto con una pequeña franja de la provincia de Buenos Aires y áreas menores en Rio Grande do Sul y Santa Catarina, se posicionaría como un nuevo núcleo para la yerba mate.

Hojas de Ilex paraguariensis, la planta nativa de la que se obtiene la yerba mate.

Actualmente, Argentina lidera la producción con 982.000 toneladas anuales, seguida por Brasil con 736.000 toneladas y Paraguay con 160.000 toneladas, según datos de la FAO. Uruguay, por su parte, carece de cifras estadísticas por su producción todavía artesanal, pero se destaca como el mayor consumidor per cápita del mundo, con cerca de 10 kilos por habitante al año, abastecidos mediante importaciones.

El cambio proyectado abre un debate estratégico: la posibilidad de que Uruguay, país hasta ahora consumidor neto, se convierta en productor. Ya existen experiencias que muestran el potencial. En Rocha, la organización Ambá desarrolla un proyecto de restauración ecológica donde crecen árboles de yerba mate en forma silvestre, integrados al bosque nativo. También surgen iniciativas privadas en Maldonado y Treinta y Tres, así como viveros que reproducen plantines para nuevos ensayos de cultivo. Aunque a pequeña escala, estas experiencias sugieren que el cultivo puede adaptarse a las condiciones locales y abrir una nueva ventana productiva.

El trasfondo histórico también pesa. Durante el siglo XX, Uruguay vio extinguirse sus montes de yerba nativa por decisiones políticas y necesidades energéticas, como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se talaron bosques para obtener carbón. Hoy, el país cuenta con un sector forestal fuerte en eucaliptos y pinos, pero la posibilidad de diversificar con un cultivo autóctono como la yerba mate podría significar un retorno simbólico y económico.

Los especialistas subrayan que el futuro de la yerba no depende solo del clima, sino de la gestión sostenible de los suelos. En Argentina, un informe del Instituto Nacional de la Yerba Mate revela que cerca del 80% de los suelos yerbateros presentan condiciones físicas malas debido al sobrelaboreo y la compactación, lo que limita la infiltración de agua en las raíces. La combinación de suelos degradados y lluvias más concentradas, producto del cambio climático, pone en jaque la resiliencia del sistema productivo.

Pese a estos desafíos, la yerba mate es considerada una oportunidad única para la región. Se trata de un cultivo nativo de la selva paranaense, que tolera la sombra y se adapta bien a sistemas con cobertura arbórea, a diferencia de otros modelos agrícolas más dependientes de monocultivos. Esta característica abre la puerta a esquemas productivos más cercanos a los ambientes naturales, con mejores condiciones de sostenibilidad.

En Uruguay, la posibilidad de que la yerba mate deje de ser solo una tradición de consumo y se transforme en una nueva industria agrícola dependerá de las políticas de fomento, la inversión en investigación y la adaptación tecnológica. Pero sobre todo, estará condicionada por la magnitud del cambio climático en las próximas décadas. Lo que hoy se vislumbra como una curiosidad experimental podría convertirse, hacia fines de siglo, en un sector productivo consolidado, capaz de abastecer tanto al mercado interno como a una región donde el mate seguirá siendo símbolo de identidad y energía compartida.

Agrolatam.com
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