Una uva resistente al oídio impulsa la producción orgánica en el norte de Chile
En Atacama y Coquimbo, una nueva variedad roja temprana con resistencia genética al oídio abre oportunidades para la producción orgánica de uva de mesa.
En el norte de Chile, zonas como Copiapó, en la Región de Atacama, y Ovalle, Limarí y Elqui, en la Región de Coquimbo, se han transformado en áreas estratégicas para la producción de uva de mesa orgánica. El clima seco, la radiación solar intensa y la baja humedad ofrecen condiciones naturales favorables para el cultivo, pero las enfermedades fúngicas, especialmente el oídio, han sido un desafío constante para los productores.
Hoy, una variedad roja temprana con resistencia genética a esta enfermedad se presenta como una alternativa concreta para superar esa limitación. Su desarrollo permite disminuir las aplicaciones de productos de contacto, lo que simplifica el manejo del viñedo y fortalece la viabilidad técnica y económica de la producción orgánica.
Una alternativa para un mercado exigente
El oídio es una de las enfermedades más difíciles de controlar en zonas altas y áridas del norte de Chile, donde la presión sanitaria es constante. La tolerancia natural de esta variedad reduce la necesidad de intervenciones frecuentes, algo que en el manejo orgánico es clave para sostener la competitividad.
Además, se trata de una uva roja temprana, lo que significa que está disponible en las primeras etapas del calendario de cosecha. Este factor abre una ventana comercial muy atractiva para los exportadores que buscan posicionarse con fruta orgánica de calidad antes que la competencia, accediendo a precios diferenciados y mercados donde la oferta certificada aún es escasa.
La posibilidad de contar con una uva que combina precocidad, resistencia sanitaria y certificación orgánica impulsa el potencial de Chile en un mercado global donde los consumidores valoran cada vez más los productos sustentables y libres de residuos químicos.
Proyección hacia una categoría premium
La conjunción entre las condiciones agroclimáticas del norte de Chile y la adopción de variedades con resistencia natural al oídio abre el camino para consolidar una nueva categoría: uva de mesa orgánica, temprana y con ventajas sanitarias propias.
Este modelo productivo no solo diversifica la oferta de la viticultura chilena, sino que también abre oportunidades de diferenciación en mercados como Estados Unidos, Europa y Asia, donde crece la demanda por frutas sustentables y de alta calidad.
La experiencia del norte chileno muestra que es posible combinar innovación genética con las características naturales del desierto para dar vida a una uva orgánica premium, capaz de posicionar al país en un segmento de alto valor y con gran proyección internacional.