Venezuela recupera el consumo de carne y consolida oferta local
El país cerraría 2025 con 45 kg per cápita entre pollo, res y cerdo, el mejor registro en una década, con la producción nacional como motor.
Venezuela transita una recuperación silenciosa en la dieta cárnica tras años de contracción. Un reporte reciente del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) proyecta un consumo total de 44,9 kg per cápita en 2025 -que el sector ya redondea en 45 kg-, equivalente a un alza del 18% interanual y un salto del 153% respecto del mínimo de 2018 (17,8 kg). La mejora llega en un contexto de precios más libres desde 2019, con menor distorsión regulatoria y márgenes que permitieron reactivar inversiones en granjas, frigoríficos y logística. El avance, no obstante, todavía está lejos del máximo histórico de 2013 (84,1 kg), lo que deja margen para nuevos incrementos si la macroeconomía acompaña.
El pollo explica buena parte del repunte. Es la proteína animal más accesible para los hogares -solo superada por los huevos- y hoy concentra la mayor porción del plato. El informe estima 29,3 kg per cápita en 2025, un 301,7% por encima de 2018. Las razones: galpones modernos, sistemas de control ambiental y equipamiento que elevaron la eficiencia, con una producción estimada en 768 mil toneladas (+40%) este año. Detrás hay una estructura intensiva en insumos importados: se requerirán cerca de 1,43 millones de toneladas de maíz amarillo y 717.500 toneladas de harina de soya para sostener el ciclo, con EE. UU. como principal proveedor de soya en 2024 y Brasil/Argentina aportando maíz, todo bajo la presión de un tipo de cambio volátil. En paralelo, las importaciones de pollo seguirían a la baja: 14 mil toneladas en 2025, la mitad del año previo, mayormente productos procesados que integran algunas bolsas CLAP y provienen sobre todo de Turquía. En el consumo, 80% aún es pollo entero y 20% cortes (pechuga, alitas, cuadril), una estructura que habla de sensibilidad al precio y hábitos consolidados en el canal minorista.
La carne de res se mantiene como segunda proteína del menú, pero con señales mixtas. El USDA prevé producción de 267 mil toneladas en 2025 (-13% interanual), revirtiendo parte del rebote observado desde 2019. El consumo per cápita rondaría 10 kg, todavía por debajo de niveles históricos, aunque 14,3% por encima del piso de 2018. Los precios altos en góndola restringen la demanda y la estructura financiera también pesa: las cadenas de valor operan casi exclusivamente en dólares, evitando el bolívar por su volatilidad. Esa escasez de divisas obliga a algunos establecimientos a reducir escala, priorizar productos de mayor margen o posponer inversiones. En comercio exterior, las importaciones de carne bovina son marginales desde 2019 (por debajo de 1.000 t anuales), mientras crece el interés por genética (toros, semen, embriones) desde EE. UU., con foco en mejorar productividad del rodeo.
El cerdo avanza a paso sostenido y completa la tríada. Para 2025 se proyecta producción de 143 mil toneladas (+12%), cifra que sextuplica el mínimo de 2020 (21.700 t). El consumo llegaría a 5,6 kg per cápita (+12% interanual y +231,1% vs. 2018). Un rasgo distintivo del mercado es su sesgo hacia procesados: 64% de la demanda corresponde a jamones, salchichas y embutidos, lo que revela un cambio de hábito y la relevancia de fabricantes que agregan valor y estabilizan la oferta. Las importaciones porcinas seguirían en terreno moderado: 5.200 t en 2025 (+18% a/a), enfocadas en costillas, jamones y carnes frías para segmentos de mayor poder adquisitivo.
La oferta interna sostiene el abastecimiento en las tres proteínas, con importaciones acotadas y una mayor profesionalización de la cadena, desde la genética y el manejo hasta el procesamiento. Pero persisten desafíos: dependencia de insumos externos (granos y harina proteica), costos logísticos elevados, brecha cambiaria y necesidad de financiamiento accesible para capital de trabajo. La seguridad alimentaria también requiere inversiones en frío, trazabilidad e inocuidad, claves para reducir mermas y mejorar la calidad al consumidor.
Mirando adelante, la tracción del pollo seguirá marcando el ritmo del consumo total, mientras res y cerdo podrían ganar terreno si se estabilizan costos y precios relativos. La elasticidad ingreso juega a favor en un contexto de lenta mejora de la actividad, pero la sensibilidad al precio seguirá determinando el mix de compra. En síntesis, 2025 perfila a Venezuela cerrando su mejor año cárnico en una década, con el pollo como locomotora, la res condicionada por costos y dolarización y el cerdo ampliando su base desde el universo de procesados. La producción nacional es el sostén del esquema: si logra asegurar insumos, financiar escalamiento y profundizar eficiencia, la convergencia hacia niveles históricos de consumo se volverá una posibilidad tangible, más cerca del plato cotidiano que de las estadísticas.