La alarma silenciosa que dejó la sequía en el sector ganadero
Un dato revelador encendió las alertas en la ganadería argentina: 3,4 millones de cabezas menos vacunadas por aftosa en 2024.
Con la reciente publicación de los datos de la primera campaña de vacunación contra la fiebre aftosa por parte del SENASA, se confirmó una pérdida significativa en el stock bovino argentino: 3,4 millones de cabezas menos respecto al mismo período en 2023. Esta reducción, que afecta principalmente a hembras reproductivas, evidencia con crudeza el efecto acumulado de la sequía prolongada que golpeó al campo en 2022, 2023 y parte de 2024.
Los datos oficiales indican una caída de 1,13 millones de vacas, 804.000 vaquillonas y 465.000 terneras vacunadas en los últimos dos años. En total, 2,4 millones de hembras menos que limitarán la capacidad de reposición del rodeo, afectando directamente la oferta de carne vacuna en el mediano plazo. Pese a esta situación, la relación ternero/vaca -indicador clave de eficiencia reproductiva- se mantuvo elevada, oscilando entre el 68% y 69%, superando ampliamente el promedio histórico de 62-63%.
Este salto en la eficiencia es resultado de una reconfiguración iniciada en 2018, a partir de la revalorización de la vaca de rechazo, impulsada por la demanda china. Esa transformación alentó a los productores a depurar vientres improductivos y concentrarse en maximizar la productividad por unidad. Aun en condiciones climáticas extremas, esta estrategia permitió sostener la generación de terneros, eslabón fundamental de toda la cadena de valor ganadera.
La caída en la cantidad de vaquillonas vacunadas, sin embargo, generó cierto debate en el sector. Mientras algunos la interpretan como una señal de alerta sobre el freno en la reposición, otros sostienen que responde a una optimización del manejo reproductivo. El adelanto del servicio en vaquillonas -a los 15, 18 o 22 meses- y su destino creciente hacia el engorde y faena pueden haber reducido la necesidad estructural de mantener grandes volúmenes en esa categoría.
Por otro lado, el stock de machos también experimentó un retroceso de un millón de cabezas en los últimos dos años. El mayor impacto se evidenció en la categoría novillo, con una baja del 13,7%, reflejo directo de la interrupción de la recría pastoril y del mayor traslado de animales jóvenes a feedlots, donde las existencias crecieron más del 10% respecto al promedio de los últimos cuatro años. Este fenómeno confirma un viraje hacia sistemas de terminación más intensivos, impulsado por la escasez forrajera y la necesidad de acelerar ciclos productivos.
Con la mejora de las condiciones climáticas y la recuperación de la oferta de pasturas, el sector espera retomar un nuevo ciclo de recomposición del stock, basado en la continuidad de una alta relación ternero/vaca y en el incremento del peso medio de faena. Esta tendencia, que responde a una lógica de mayor eficiencia, podría mitigar la caída de la oferta de carne en los próximos dos a tres años.
Para que este proceso se consolide, será indispensable el acceso a crédito agropecuario, la promoción de buenas prácticas ganaderas, la estabilidad macroeconómica y la formulación de políticas públicas integradas que respalden el crecimiento sostenible del agronegocio argentino. De lo contrario, la recuperación podría verse ralentizada, afectando no solo la producción, sino también la competitividad internacional de uno de los sectores más emblemáticos del campo argentino.