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China frena las compras de cereales y reconfigura el comercio agrícola mundial

El gigante asiático redujo drásticamente sus importaciones de maíz y trigo en 2025. La mayor producción interna, la desaceleración económica y la caída de la población proyectan un panorama complicado para los exportadores, incluidos Brasil y la Argentina.

China ya no es el comprador voraz de granos que sacudía los mercados mundiales hace apenas unos años. Entre enero y agosto de 2025, las importaciones de maíz y trigo se desplomaron, acompañando una tendencia que los analistas califican de estructural. Según datos del sector, el país no superará los 20 millones de toneladas de trigo, maíz, cebada y sorgo importadas este año, muy lejos de los 60 millones de toneladas que solía adquirir hasta hace poco.

El cambio responde a una estrategia definida por Beijing en el marco del XIV Plan Quinquenal (2021-2025), que busca garantizar la seguridad alimentaria mediante un fuerte aumento de la producción local. En 2024, la cosecha china de cereales superó los 700 millones de toneladas, 37 millones más que en 2020, impulsada por la incorporación de millones de hectáreas de alta calidad, la automatización agrícola y un ejército de 120.000 investigadores trabajando en genética y tecnología.

China ya ha reservado más de 10 millones de toneladas de maíz estadounidense para 2020-21

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En el caso del maíz, las cifras hablan por sí solas: de un máximo histórico de 29,5 millones de toneladas importadas a comienzos de la década de 2020, China pasó a comprar 13 millones en 2024, y este año podría caer más del 50% adicional. El golpe fue evidente en Brasil, que en julio de 2025 vendió un 95% menos de maíz al gigante asiático en comparación con el año anterior.

El trigo no corrió mejor suerte. Las compras externas se redujeron un 76,4% hasta alcanzar apenas 2,37 millones de toneladas en lo que va del año. Si bien problemas climáticos en provincias productoras como Hunan, Jiangxi y Jiangsu podrían obligar a China a importar volúmenes adicionales en 2025/26, los elevados inventarios locales y los precios internos en mínimos de seis años le restan atractivo a la importación.

Agricultores descargan mar de maíz en la aldea de Gouya, en la ciudad de Dazhuang, condado de Yinan, provincia de Shandong,

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La demanda de sorgo y cebada forrajera también retrocede, golpeada por el bajo precio del maíz local y la reducción del rodeo porcino que dispuso el gobierno para frenar la caída de precios del cerdo. Este ajuste significa menos consumo de forraje en el futuro, y por ende, menos demanda de granos del exterior.

A largo plazo, el panorama no mejora. La población china alcanzó su pico en 2021 y se espera que se reduzca a un ritmo de 1,3% anual hasta 2034, lo que implica menos consumo de carne y, en consecuencia, una menor necesidad de cereales forrajeros. Al mismo tiempo, la producción nacional podría seguir creciendo: se proyecta que el maíz alcance los 320 millones de toneladas y el trigo los 143 millones hacia 2034.

Los científicos han descubierto un nuevo modelo para los orígenes del maíz moderno,

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Para los exportadores, la situación abre un interrogante. Mientras Brasil ya siente la presión por la caída en sus ventas, países como la Argentina deberán evaluar hacia dónde redirigir su oferta en un mercado global cada vez más competitivo. La única incógnita que podría torcer la tendencia es si Beijing decide ampliar el uso de biocombustibles, lo que podría generar un nuevo canal de demanda.

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