Dólares en silencio: La Jugada del tesoro que infló las reservas del BCRA y apunta al agro para sostenerse
Mientras el FMI revisa el acuerdo y el dólar escala, Luis Caputo confirmó que el Tesoro compró u$s200 millones con superávit fiscal. El agro, principal generador de divisas, aparece como el eje de la sostenibilidad futura.
En medio de una semana marcada por la tensión cambiaria, la revisión técnica del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y una agenda económica con poco margen de maniobra, el ministro de Economía, Luis Caputo, confirmó una operación que podría pasar desapercibida, pero tiene implicancias relevantes: el Tesoro Nacional compró u$s200 millones con fondos del superávit primario, y esos dólares fueron volcados directamente a las reservas del Banco Central (BCRA).
La maniobra fue convalidada por el propio Caputo a través de una respuesta en redes sociales, confirmando una versión periodística que circulaba entre analistas y operadores. Se trata de una operación poco común: el Tesoro, en lugar de utilizar ese excedente fiscal para cancelar deuda o financiar gastos corrientes, lo destinó a la adquisición de divisas, interviniendo indirectamente en el mercado cambiario y reforzando el balance del BCRA justo cuando más se necesita.
Este movimiento se inscribe en un contexto complejo. Las reservas brutas internacionales del BCRA se ubican en torno a los u$s41.528 millones, luego de un incremento de u$s1.380 millones en apenas cinco ruedas. Parte de ese crecimiento obedece a la reciente emisión de un Bonte (u$s500 millones) y ahora también al ingreso de estos u$s200 millones desde el Tesoro. Sin embargo, detrás del número hay una ingeniería financiera que no necesariamente refleja un ingreso genuino de divisas: es un juego interno entre organismos estatales, sostenido por superávit primario y oportunidades puntuales en el mercado cambiario.
La operación, si bien efectiva para mostrar fortaleza ante el FMI, es también un síntoma de la fragilidad estructural de la economía argentina: la necesidad de recurrir a fuentes extraordinarias o de corto plazo para sostener niveles mínimos de reservas netas. La intervención del Tesoro por bloques -compras importantes a bancos, empresas o provincias que venden dólares en el mercado- tiene un impacto directo sobre el tipo de cambio y, al mismo tiempo, limita el uso del superávit fiscal en otras áreas. El dólar oficial trepó a $1.191,50 en los últimos días, en parte impulsado por estas maniobras.
Pero el dato más relevante es que esta estrategia, aunque ingeniosa, no es escalable sin el ingreso genuino de divisas. Y aquí entra en juego un actor central: el agro argentino. Las exportaciones del complejo sojero, maicero, triguero y cárnico representan más del 70% del ingreso de divisas al país. Por eso, la apuesta del Gobierno parece apuntar a tender un puente financiero hasta que comience a liquidarse en mayor volumen la cosecha gruesa 2024/25.
En este sentido, los productores agropecuarios, acopiadores y exportadores se vuelven una pieza clave no solo para la economía real, sino también para la macro. La disposición del campo a liquidar divisas está condicionada por varios factores: tipo de cambio real, retenciones, presión impositiva, expectativas devaluatorias y precio internacional de los granos. Si alguno de estos elementos juega en contra, el flujo esperado puede demorarse, afectando los planes oficiales de acumulación de reservas.
La operación del Tesoro es también una señal para el FMI: un esfuerzo por cumplir la meta de reservas sin acceder a nuevo endeudamiento externo. Pero más allá del cumplimiento formal, el organismo multilateral también evalúa la calidad y sostenibilidad de las políticas. Y en ese punto, depender de dólares fiscales y del aporte del agro puede ser riesgoso.
En términos de política económica, el Gobierno se enfrenta a una paradoja: necesita sostener la estabilidad cambiaria y mostrar orden fiscal, pero a la vez depende de factores externos como el clima, los precios internacionales y el ritmo de la cosecha para lograrlo. La estrategia de Caputo busca tiempo, pero ese tiempo deberá pagarse con dólares reales. Y, en la Argentina actual, esos dólares vienen -casi exclusivamente- del campo.