Opinion

Carne y dólares: por qué la Argentina no logra aprovechar el boom internacional

La ganadería argentina vuelve a estar en el centro de la discusión.

Matías Cosenza
Matías Cosenza
Redaccion Agrolatam.com

Los números parecen alentadores, los precios internacionales acompañan y la demanda global de carne no deja de crecer. Sin embargo, cuando uno rasca la superficie, aparecen las viejas deudas pendientes: baja productividad, políticas erráticas y una falta de visión estratégica que nos impide aprovechar el momento. La pregunta es inevitable: ¿podemos transformar este escenario en un verdadero "boom" ganadero o nos vamos a quedar, otra vez, mirando desde la tribuna?

Hace más de 20 años que la Argentina produce prácticamente lo mismo: entre 3 y 3,1 millones de toneladas de carne bovina. No importa cuánto suban los precios, cuántos mercados se abran o qué pase con nuestros competidores: el techo productivo parece inamovible. Y lo peor es que el stock ganadero viene cayendo, hoy en su nivel más bajo en la última década.

Mientras tanto, países como Brasil, Uruguay y hasta Paraguay han sabido capitalizar la demanda global. No solo colocan más carne, sino que la venden con mayor previsibilidad y reglas claras. Nosotros, en cambio, seguimos atrapados en la discusión eterna sobre retenciones, cepos y un sistema fiscal que castiga al productor en vez de acompañarlo.

Lo interesante es que no se trata de una misión imposible. El propio sector muestra que con mejoras mínimas en los índices productivos podríamos generar cientos de millones de dólares adicionales. Un 1% más en la tasa de destete equivale a 220.000 terneros adicionales por año. Un kilo extra de peso al destete, 43 millones de dólares más. Un kilo adicional al faenar, otros 45 millones.

No hablamos de revoluciones imposibles, sino de eficiencia, de manejo sanitario, de genética y de algo tan básico como entender que el pasto es un recurso vivo y debe ser gestionado como tal. Lo que hoy se pierde por falta de planificación equivale a varios puntos del superávit comercial que tanto reclamamos.

Es cierto que se perdieron entre 8 y 10 millones de hectáreas de campos fértiles que pasaron a la agricultura, sobre todo a la soja. Pero también se expandió la frontera ganadera hacia regiones de menor productividad, como el NEA, el NOA y la zona semiárida central. Allí la clave está en la tecnología: pasturas implantadas, suplementación estratégica y manejo de precisión. Si no transformamos esas tierras en productivas, solo serán campos marginales con baja rentabilidad.

Una política que mire más allá de la coyuntura

La carne argentina sigue siendo un emblema, un sello de calidad reconocido en todo el mundo. Pero no alcanza con la marca. Sin ordenamiento fiscal, sin crédito productivo y sin reglas estables, cualquier mejora se diluye en la coyuntura. La competencia global no espera, y hoy países como Australia o Estados Unidos atraviesan procesos de retención que reducen su oferta. El momento es ahora, y si no lo aprovechamos, otros lo harán por nosotros.

No se trata solo de vender más, sino de vender mejor. El agregado de valor en cortes premium, la trazabilidad y el cumplimiento de estándares ambientales ya no son opcionales: son la entrada al mercado.

La ganadería argentina tiene todo para volver a ser protagonista: productores de excelencia, genética de nivel mundial y una tradición que pocos países pueden exhibir. Pero no alcanza con la historia ni con el prestigio. Si no se mejoran los índices de producción y no se ofrece un marco previsible, el famoso "boom ganadero" quedará en un titular más, un espejismo.

Ortega y Gasset lo dijo hace casi un siglo: "Argentinos, a las cosas". Quizás sea hora de recordarlo, antes de que la oportunidad se nos escape, una vez más, entre las manos.