La situación en el Mar Rojo ha escalado a los combates marítimos más intensos que ha enfrentado la Armada de Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial. El reciente hundimiento del buque granelero Tutor, un barco de bandera liberiana y propiedad griega, tras un ataque hutí, ha marcado un punto de inflexión en la creciente tensión en la región. Este es el segundo barco hundido en una serie de ataques que han provocado llamados urgentes de la comunidad internacional para proteger la navegación mercante de los continuos asaltos de los rebeldes hutíes yemeníes.
La Agencia Británica de Operaciones de Comercio Marítimo (Ukmto) confirmó que "se han avistado restos marítimos y petróleo en la última ubicación reportada del Tutor", y se cree firmemente que el buque se ha hundido. Este incidente ha aumentado las tensiones en la región, ya que se considera una escalada directa en respuesta a las acciones militares de Israel en Gaza.
En medio de esta crisis, las principales asociaciones de transporte marítimo han expresado su indignación: "Es deplorable que se ataque a marinos inocentes. Estos ataques deben cesar ya. Hacemos un llamamiento a los Estados con influencia en la región para que salvaguarden a nuestros marinos inocentes y para que la situación en el Mar Rojo se calme rápidamente".
La intensidad de los enfrentamientos es evidente en el avión F/A-18 a bordo del USS Dwight D. Eisenhower, que ha derribado numerosos misiles y drones en los últimos meses, demostrando la grave amenaza que representan estos ataques continuos para la seguridad del transporte marítimo comercial.
El contralmirante Marc Miguez, comandante del Grupo de Ataque de Portaaviones Dos, destacó la importancia estratégica de mantener una presencia militar fuerte en la región, afirmando que "la flexibilidad y capacidad ofensiva que proporciona un portaaviones es crítica para responder efectivamente a las amenazas en toda la región".
Sin embargo, mantener al Eisenhower en el Mar Rojo plantea desafíos significativos, desde restricciones de vuelo hasta la necesidad de mantenimiento prolongado del portaaviones y su flota. Esto, sumado al estrés del prolongado despliegue para la tripulación, complica aún más la decisión sobre si mantener la presencia del portaaviones en la región o retornarlo a Estados Unidos.
La situación sigue siendo crítica, con los ataques hutíes reduciendo drásticamente el tráfico marítimo en el Mar Rojo, afectando una ruta esencial para el comercio mundial. La comunidad internacional sigue atenta a la evolución de este conflicto, que tiene implicaciones profundas para la seguridad y la estabilidad global.
