Opinión

Las medidas K impulsan la economía...de Uruguay

7 Jun 2021

  George Harrison compuso "Taxman" en abril de 1966. Los Beatles estaban al borde de la quiebra pese a su éxito mundial. El premier británico Harold Wilson había aumentado la presión tributaria llevándose el 95% de las ganancias de la banda para financiar el gasto militar de la guerra de Vietnam. "Uno para ti, 19 para mí" y "si 5% te parece poco, agradéceme que no me lo lleve todo", escribió Harrison. Desde entonces la canción se transformó en un himno contra la voracidad de los gobiernos por recaudar impuestos.

 La semana pasada en la Argentina se adoptaron diferentes medidas impositivas que hubieran inspirado nuevas canciones. Para peor, a diferencia de Wilson, se castiga a los sectores de menores ingresos. Se impuso un aumento retroactivo a enero a los monotributistas. Los pequeños contribuyentes que estaban al día en el pago de sus cuotas se desayunaron de un día para el otro que acumulaban deudas. El mínimo pasó de $ 1956 a $ 2646. El "vale todo impositivo" llegó al punto que se aumenta un tributo en forma retroactiva. No importa si la obligación ya fue cancelada. Así ningún contribuyente duerme tranquilo: pueden aparecer al amanecer aumentos con vigencia hacia atrás y por ende, súbitas deudas con el fisco. La medida coincidió con el aumento de 40% otorgado a los empleados públicos que trabajan en el Congreso. La voracidad fiscal no financia guerras en la Argentina, financia empleados públicos.

Pero en paralelo el Congreso aprobó la ley que sube el impuesto a las Ganancias a las empresas pero además castiga la reinversión de utilidades favoreciendo la distribución de los dividendos. En los países desarrollados, el impuesto a las Ganancias lo pagan los dueños o accionistas básicamente. En un país con inversión en cuentagotas, el Congreso debería haber incentivado la reinversión de las utilidades de las compañías.

Pero no es lo único que funciona a la inversa en materia impositiva en la Argentina. La cuenta "Impuestos y Equidad" (en Twitter e Instagram) puso otro ejemplo sobre la administración tributaria que impera en el país: un asalariado que recibe un sueldo neto de hasta $124.500 dejó de pagar Ganancias, sea soltero o casado. Pero un autónomo que gane lo mismo si es soltero pagará a lo largo de un año $215.628; un casado con dos hijos tributará $122.439. Ser autónomo es una tragedia fiscal. 

El Gobierno por si fuera poco, no actualizó la semana pasada el monto a partir del cual se paga el Impuesto a los Bienes Personales pese a la inflación de 36,1% en 2020. Genera más personas alcanzadas o eventualmente más economía en negro. Para los sectores de menos ingresos de la Argentina, el "taxman" o recaudador de Harrison es la inflación, del 50% este año, que va al Tesoro Nacional de la mano de la emisión de pesos excedente que realiza el BCRA.

Este fin de semana el G7 que integran Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Japón, Italia y Canadá selló un histórico acuerdo en Londres para alcanzar las multinacionales como Amazon, Facebook y Google y así evitar que paguen el impuesto a las Ganancias en paraísos fiscales. El entendimiento pasó por respaldar un mínimo del impuesto a las empresas de 15% sin importar de dónde estén ubicados sus cuarteles centrales. El acuerdo pone fin a la guerra entre estos países por la baja de impuestos para tratar de ser sede de las compañías tecnológicas. La era digital provoca que sea muy fácil relocalizar empresas y en algunos casos las mismas personas se relocalizan en función de la carga tributaria. Elon Musk se mudó a Austin, Texas, para pagar menos. Irlanda con un impuesto del 12,5% se mantiene en contra de ese acuerdo del G7. 

Lo resuelto durante el fin de semana se va a tratar en la próxima cumbre del G20 en Venecia, con la participación testimonial de la Argentina. Los que se ven afectados por este acuerdo son las compañías tecnológicas y eventualmente los paraísos fiscales. La Argentina no gravita: es un infierno fiscal. Las multinacionales tributan localmente cuando no tienen otra alternativa. 

Incluso cuanto sucede con el G7 y los paraísos fiscales es comparable con lo que acontece con la Argentina y Uruguay. O la Argentina y Paraguay. La diferencia de carga tributaria hace que las empresas y las personas se radiquen del otro lado del Río de la Plata. A decir verdad, la política económica argentina no ha hecho más que desarrollar a los países vecinos con la expulsión de las empresas y ahorros de los argentinos. Y llegó hasta la expulsión de los propios argentinos, con el lanzamiento del Impuesto a las Grandes Fortunas. 

En los bancos de Uruguay los depósitos de no residentes llegaron en marzo a u$s 3431 millones. El 80% o más, se estima que es de argentinos. Un año antes, totalizaban u$s 3151 millones. Esa tendencia viene desde los 80'. Pero todas las recientes medidas que viene adoptando en gobierno son "pro Uruguay". La prohibición dispuesta por Alberto Fernández de las exportaciones de carne fue festejada recientemente por los productores uruguayos.

Luis Lacalle Pou salió a la caza de empresas y ciudadanos argentinos: bajó los requisitos para fijar la residencia fiscal en Uruguay con una presencia física de al menos 60 días. El kirchnerismo se transformó en un socio ideal para el desarrollo de Uruguay. Hasta podrían figurar varios de sus integrantes en los billetes del peso uruguayo por las medidas adoptadas aquí y que impulsaron la economía del otro lado del Río de la Plata.

En la Argentina predomina la siguiente filosofía (original de un ex presidente norteamericano): "Si se mueve, se le pone un impuesto; si se sigue moviendo se lo regula; y si se deja de mover, se lo subsidia". En Uruguay si se mueve se lo acaricia. Imposible que así se frene la expulsión de empresas, personas y ahorros argentinos. La fuga continúa.      

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