Puentes verdes. En el sur de Cordoba, los cultivos de cobertura se meten entre el maíz y el maní
La experiencia en ambos cultivos gruesos con centeno, avena y triticale contribuye a la sustentabilidad del ambiente. Las mezclas multiespecies, el siguiente paso en la evolución.
Están más que probados los múltiples beneficios agronómicos y ambientales que ofrecen los cultivos de cobertura; sin embargo, su adopción en Argentina sigue siendo incipiente. Según datos de la campaña 2019/20 de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, solo se sembraron 352 mil hectáreas, lo que representa apenas el 1,8% de la superficie total con maíz, soja y girasol.
El dato alentador para Córdoba es que las cifras más relevantes se concentran en el sur de la provincia, con 86.900 hectáreas, seguido por Entre Ríos con 58.700 hectáreas.
En Río Cuarto y el sur provincial, una de las regiones más frágiles en términos de conservación de suelos, los especialistas coinciden en que todavía queda un largo camino por recorrer. Esta información evidencia que, pese al reconocimiento de sus beneficios, la práctica todavía no se ha generalizado.
"Estamos muy lejos de decir que llegamos a la mitad de la superficie con cultivos de cobertura", aseguró sin dudarlo el asesor y consultor en agronomía Lucas Andreoni.
El diagnóstico no sorprende a quienes trabajan día a día con productores. La práctica, también conocida como "cultivos de servicio", avanza, pero aún no logra consolidarse como parte estructural de los planteos productivos. La razón principal, según los técnicos, no es otra que la falta de conocimiento y de acompañamiento profesional. "Se escucha hablar de cultivos de servicio, pero muchas veces no se planifican ni se diseñan bien. Eso puede traer más problemas que beneficios", sostiene Andreoni, fundador de BioRed y AgroDesign, y con más de 17 años de experiencia en la materia.
Suelos frágiles, necesidad urgente
Tomás Baigorria, del Inta Marcos Juárez, destacó la importancia de los cultivos en la salud del suelo. "Río Cuarto tiene suelos mucho más arenosos que Marcos Juárez, muy susceptibles a la erosión eólica e hídrica. Los rindes son más bajos y, por ende, la cantidad de rastrojo en superficie es menor. Eso agrava la situación porque los lotes quedan descubiertos y se vuelan", diagnosticó.
El maní es uno de los cultivos que marcan la diferencia en la zona. A la hora de arrancarlo, la práctica de implantar centeno al voleo se convirtió en una herramienta casi de uso común. "El productor busca que esos lotes no se vuelen. No apunta a generar grandes volúmenes de materia seca, sino a lograr dos o tres mil kilos, lo suficiente para proteger el suelo", señala Baigorria, quien lleva unos 15 años de experiencia en la región.
En este contexto, el centeno se ganó un lugar privilegiado por su ciclo corto, su tolerancia y la facilidad de implantación cuando se utiliza la siembra aérea o al voleo.
La avena también tiene su espacio, sobre todo en sistemas mixtos que combinan agricultura y ganadería. Allí, la cobertura cumple un doble rol: protege el suelo y brinda un recurso forrajero temprano. "Por lo general, son productores que buscan entrar a pastorear los verdeos de invierno. El centeno y la avena responden muy bien a esa estrategia", añadió el referente del ente nacional.
Cultivos de cobertura: evolución tecnológica
Tanto Baigorria como Andreoni coinciden en que el avance tecnológico está acelerando la adopción. Lo que antes era casi exclusivo de la siembra aérea con avión, hoy suma alternativas más precisas y flexibles. Máquinas autopropulsadas y drones ganan terreno en la distribución de semillas al voleo, lo que permite llegar a lotes más heterogéneos o incluso a zonas anegadas.
"Ese tipo de tecnología está ayudando a trabajar mejor con los cultivos de servicio. Se empieza a probar con mezclas, a introducir leguminosas como la vicia junto al centeno o triticale, y los resultados son muy buenos. Con eso no solo se protege el suelo, también se aporta nitrógeno y se mejora la nutrición en sistemas ganaderos", subraya Andreoni.
Baigorria, por su parte, enfatiza en que la clave está en el manejo fino: "Cuando uno siembra al voleo, no hay que descuidar nada. Tiene que llover entre 4 y 6 milímetros justo después de la siembra, porque la semilla necesita contacto con el suelo y humedad para germinar. Si no, se corre el riesgo de mortandad. Además, marzo es el mes clave: todavía hay temperaturas altas y buena humedad relativa, pero no heladas. En mayo ya es tarde, porque una helada puede arruinarlo todo. La siembra al voleo demanda mucho timing y experiencia".
Agricultura regenerativa: más allá de la cobertura
El discurso técnico se amplía cuando la cobertura se analiza como parte de la agricultura regenerativa. Andreoni lo plantea con crudeza: "Lo que nos está pasando es que tenemos un deterioro muy grande de nuestro sistema, sobre todo del suelo. Se perdió materia orgánica, tenemos mala infiltración, baja retención de agua y falta de nutrientes como fósforo y zinc. Los cultivos de servicio permiten regenerar estructura, aumentar la microbiología y entrar en un ciclo virtuoso de mejora continua".
La incorporación de mezclas multiespecies aparece como el siguiente paso en la evolución. Centeno con vicia, crucíferas como el nabo forrajero o incluso coriandro son algunas de las combinaciones que se están probando en la región. "Cuantas más especies, más beneficios. Se logran equilibrios mayores dentro del sistema", asegura Andreoni.
Baigorria coincide en que el aporte no se limita a lo inmediato. "La mejora en la cantidad de rastrojo, la macroporosidad y la infiltración son claves para aprovechar mejor el agua de lluvia. Un sistema con coberturas o pasturas no es lo mismo que uno sin ellas. La diferencia en materia orgánica y en capacidad de captación de agua es notable", explica.
Una adopción que necesita manejo y diseño
"Hay una intensificación mucho más grande, eso es cierto, pero todavía es baja la superficie donde se aplica. El productor está teniendo problemas y empieza a buscar soluciones. Ahí es donde los cultivos de servicio aparecen como opción. El problema es que, muchas veces, no hay un diseño ni un manejo adecuados", sostiene Andreoni.
La advertencia no es menor. Un mal manejo puede terminar generando efectos indeseados, como competencia por agua con el cultivo de renta o problemas de nutrición en la secuencia agrícola.
"En una zona donde llueven 700 o 750 milímetros al año, si no se planifica bien, el cultivo de servicio puede ser más un costo que un beneficio. Es un cultivo que requiere un seguimiento para que te dé beneficios y los beneficios te lo da siempre. No es un cultivo que te va a llegar a la cintura, pero mejora rápidamente la infiltración", agrega el ingeniero.
Baigorria lo resume en pocas palabras: "Los beneficios están, pero se necesita planificación y asesoramiento". Andreoni coincide: "La comunicación de ingenieros y asesores es clave para que el productor se anime y entienda que esto no es un gasto, sino una inversión en la sustentabilidad de su sistema".
En definitiva, el potencial está claro: mejorar la estructura de los suelos, incrementar la materia orgánica, aportar nitrógeno, controlar malezas y reducir la erosión. Sin embargo, los especialistas coinciden en que el futuro de los cultivos de cobertura dependerá del acompañamiento técnico y de la construcción de conocimiento colectivo.