¿Quién dijo que el campo no liquida? ¡Si hasta llueven dólares!"
El agro argentino "rompe récords" de liquidación, pero algo no cierra: baja la confianza, se postergan inversiones y vuelven las retenciones.
Junio fue un mes de agrodólares. Se liquidaron más de u$s3.700 millones, y algunos economistas ya pronostican un julio aún más abultado. La lluvia de divisas viene justo antes del regreso de las retenciones aumentadas. Coincidencia o causalidad, lo cierto es que, mientras en las planillas oficiales los números lucen, en el campo argentino el humor está cada vez más erosionado. Y no por el agua: por la incertidumbre.
Entre la liquidación y la decepción
Una cosa es clara: los productores agropecuarios no liquidaron por convicción, sino por obligación. "Aprovechalo ahora, que mañana quién sabe", parece ser la máxima reinante. La falta de previsibilidad, el tipo de cambio real atrasado, los precios internacionales deprimidos y la reintroducción de impuestos a la exportación se convirtieron en una combinación explosiva que disuade cualquier intento de pensar en el mediano plazo.
El Ag Barometer Austral, elaborado por la Universidad Austral, lo deja en evidencia: la confianza del sector cayó un 19% entre marzo y junio. En el mismo período, el índice de expectativas de inversión retrocedió un 8,5% y acumula una baja del 32,5% desde noviembre pasado. Un 63% de los encuestados cree que no es un buen momento para invertir. ¿Quién arriesga en un país donde lo extraordinario se vuelve rutina?
Retenciones, costos y un GPS sin rumbo
Las recientes subas en las retenciones a la soja y al maíz llegaron en el peor momento. Mientras el precio FOB de la soja, ajustado por inflación de EE.UU., está un 24% por debajo del promedio histórico, el tipo de cambio real bilateral con EE.UU. se encuentra 12% por debajo del promedio de los últimos 25 años. Un cóctel amargo.
El sector agropecuario argentino, que viene de una campaña con buenos rindes de soja y una recarga hídrica en los suelos tras tres años de sequía, esperaba que eso se traduzca en oxígeno financiero. Pero los costos logísticos, la infraestructura vial deteriorada y los aumentos en energía y transporte lo impiden. Para colmo, el incentivo de invertir en tecnificación, como maquinaria agrícola, desaparece frente a la inestabilidad actual.
El riesgo de no hacer nada
En este contexto, algunos productores optan por no vender, esperando una mejora en el precio de los granos o una eventual devaluación. Pero quedarse sin vender ni hacer coberturas en el mercado de futuros es un juego peligroso. Lo advierte la economista Marianela De Emilio: la falta de cobertura deja a la mercadería expuesta a más bajas, en un entorno donde la macroeconomía no acompaña ni con precios ni con política.
Y mientras tanto, el Banco Central celebra las liquidaciones actuales sin mirar el horizonte: lo que entra hoy, falta mañana. Como señaló el economista Tobías Lucero, el "boom" de junio y julio es solo un adelanto de ingresos, no una mejora estructural. ¿Y después qué?
El mal humor como política de Estado
Para los productores, el humor es un factor de producción más. No cotiza en Chicago, pero influye. "Tenés que apostar a que te vaya muy bien con los rendimientos para que tengas un margen positivo", advierte el consultor Javier Preciado. Y esa apuesta, en este clima de inestabilidad política y económica, empieza a parecerse a una ruleta.
El reclamo no es nuevo: reglas claras, rentabilidad sustentable, baja de la presión fiscal. Pero cada vez que parece asomar un cambio de rumbo, el boomerang vuelve. Sin una política pública que dé señales coherentes, el agronegocio argentino se vuelve un juego de supervivencia.
Epílogo: sembrar sin certezas
El agro argentino, resiliente como pocos, sigue adelante. Pero el problema no es la falta de voluntad, sino de condiciones. Hoy, sembrar es casi un acto de fe. Sin embargo, la cadena de valor agroindustrial no puede sustentarse con fe ni con liquidaciones de emergencia. Requiere planificación, estabilidad y una visión estratégica que hoy no aparece.
Mientras tanto, entre lo que entra y lo que se posterga, los productores hacen lo que pueden: producir, cuidar su sustentabilidad, y esperar que el precio no se derrumbe. Porque si eso pasa, ni el más optimista va a poder ponerle buena cara al "día después" de los agrodólares.