Opinión

Recaudación, retenciones, recesión y resignación

Una pregunta resulta hoy ineludible: ¿Estamos resignados a una recesión prolongada y a la informalidad?

Diana Mondino
Diana Mondino

  Lo dudo. Sin embargo, nuestro esquema recaudatorio nos empuja a esa situación.

 La recaudación impositiva en Argentina no alcanza a cubrir los gastos. Según quien opine, la explicación es que se gasta demasiado (y mal) o se recauda poco (y mal).

Respecto a los impuestos, los mismos gravan tanto los flujos como los stocks, o lo que es lo mismo: lo que gano, lo que hago con mi dinero y lo que tengo. Es decir, al tener ingresos o gastarlos o ahorrar. 

 En todos los casos las alícuotas son muy elevadas. En técnica tributaria se aplican impuestos sobre aquellos que se quiere desalentar, o sobre una base imponible fácil de identificar. Si es elevado el impuesto al ahorro (bienes, inmuebles, bonos y acciones, etc.) entonces no hay incentivos a acumular capital.

Si lo ahorra, luego se grava la renta. Como ejemplo: hay impuestos a la propiedad más impuesto sobre el alquiler de la propiedad. Si no se tiene una propiedad, es casi imposible comprarla porque no hay crédito porque no hay ahorro. Si se paga alquiler no se puede deducir. Si es elevado un impuesto sobre el consumo los bienes son caros, si es un impuesto sobre los ingresos no hay incentivos a trabajar. Por supuesto, siempre es mejor hacer o tener algo que no tener nada, a menos que no justifique el esfuerzo,  se eluda (o evada) o... nos resignemos a no trabajar o tener nada. En ese caso, cae la recaudación.

A pesar de las elevadas tasas, la recaudación no alcanza y se aplican retenciones a las exportaciones, que son muy difíciles de eludir o evadir. Las mismas reducen notablemente el precio que recibe el productor. Hay retenciones al langostino y a la soja, a la fruta y al algodón.  Son diferentes entre sí, pero todos pagan por vender en el exterior. Adicionalmente, hay un tipo de cambio oficial muy alejado del tipo de cambio al que se consiguen realmente los dólares, lo que implica otro elevado impuesto. 

Las retenciones representaron en 2020 el 14% de la recaudación total ($642.000 millones respecto a $4,5 billones). Los recursos de la seguridad social sumaron otros $2 billones. Otra forma de verlo es que las retenciones son algo menos del 9% de la recaudación total de $7,2 billones. 

De por sí es difícil interpretar estas cifras no sólo por su magnitud sino por la inflación entre enero y diciembre. Las retenciones tienen un efecto destructivo sobre la economía regional. Si se eliminaran, por el mayor precio los productores pagarían más Ganancias y se podría producir más y pagar más en toda la cadena de valor. 

Alternativamente, si el flujo de retenciones se invirtiera en las zonas donde se generan las exportaciones, bajarían los costos. Pensemos en los caminos o escuelas que pudieran mejorar con toda esa recaudación, en lugar de dedicarla a... lo que sea que se dedica ahora, que tiene poca efectividad. 

Una posición opuesta dice que no habría mayor crecimiento, sino que simplemente el productor se quedaría con el dinero. Desde esa perspectiva lo que hoy se recauda sirve para ayudar a mucha gente que no tendría trabajo de todas maneras. Me resisto a creerlo, entre otras razones porque el gasto total en diferentes planes y ayudas según el presupuesto para 2021 sería del 3,9% del gasto, o $304.000 millones. 

Es decir, las retenciones ya son el doble de lo que se destinará a Promoción y Asistencia Social, a pesar que allí se incluyen muchos elementos adicionales a los planes y otros sistemas de protección social. Si sumamos el total de los gastos en Seguridad, Defensa, Sistema Penal e Inteligencia (total de $303.000 millones) seguiría sobrando plata.       

   Los subsidios económicos estimados para 2021 (energía, combustibles y minería por $681.000 millones, es decir el 8,8% del gasto nacional), son también mayores a la suma de los temas más importantes de la administración nacional. Si se eliminaran los subsidios y las retenciones casi no habría diferencia. Algunos pagarían más, otros cobrarían más. Es una desalentadora hipocresía inferir que con las retenciones a los ricos sojeros se ayuda a los pobres de las villas.

 Como los gastos son elevados y tenemos déficit que sólo se puede financiar con emisión, tenemos inflación y la actividad privada está muy limitada y en recesión. En otros términos: la actividad privada es poca y en caída.

El sector privado representa poquito más que la mitad del PBI, lo que es lo mismo que decir que de todo lo que se produce, sólo la mitad les queda a los que -precisamente- lo produjeron. Las actividades del Estado son, por definición, no productivas, aunque sean extremadamente necesarias como Educación, Salud, Seguridad y Justicia. 

Para salir de la recesión no hay nada más eficaz y veloz que las exportaciones. Es el ejemplo de los tigres asiáticos y de muchos otros países. Sin embargo, tenemos puesto un freno por las retenciones. El mercado doméstico tampoco puede crecer por los impuestos. Si no se vende más, ya sea aquí o al extranjero, no se puede salir de la recesión. 

La recesión y las rigideces de la economía nos han llevado a un nivel de desempleo atroz. No hablo de pobreza porque esa es la consecuencia, y lo que interesa son las causas, para intentar solucionarla. Difícilmente pueda haber más empleo si no hay más empresas o no crecen las que ya están. 

Resumiendo: el elevado e ineficiente gasto público nos lleva a que no alcance la recaudación, por lo que se imponen retenciones, que nos hunden en una recesión. No podemos resignarnos a esta situación.