La decisión del Gobierno de eliminar los derechos de exportación (retenciones) para el 88% de las Manufacturas de Origen Industrial (MOI) es una buena noticia. Es un guiño claro a la competitividad, a la producción, al agregado de valor. Pero también es una radiografía brutal de la discriminación estructural hacia el sector agroindustrial, que sigue atado a un esquema fiscal injusto y anacrónico.
Mientras las MOI ya no tributan entre el 3% y 4,5%, la soja volverá al 33% desde el 30 de junio, una vez finalizado el alivio temporario que la había llevado al 26%. Desde el Gobierno no solo no se oculta este dato, sino que se aconseja a los productores liquidar ya mismo la cosecha, en un gesto que roza el cinismo.
MOI, MOA y PP: la clasificación que atrasa
El sistema fiscal argentino consagra una absurda división entre las MOI (Manufacturas de Origen Industrial), las MOA (Manufacturas de Origen Agropecuario) y los PP (Productos Primarios). Bajo esta lógica, un grano de maíz tiene menos "valor agregado" que una cubierta. Una falacia.
El maíz es una expresión de industria en estado puro: desde la sembradora, los insumos, la tecnología aplicada, hasta el silobolsa, el transporte y la ciencia incorporada en cada etapa. ¿No es eso industria? Cada hectárea sembrada condensa maquinaria, combustibles, software, conocimiento, empleo calificado y mucho riesgo.
Exportar granos, entonces, es también exportar tecnología nacional, desarrollo local, y cadena de valor. Si una sembradora Crucianelli que llega a Bulgaria está bien exenta de retenciones, también debería estarlo el trigo sembrado con esa máquina.
El campo a la espera del "poncho"
Javier Milei repite que los derechos de exportación son un robo y que los eliminará cuando las cuentas lo permitan. Pero el agro se pregunta: si la industria ya fue beneficiada, ¿por qué el campo sigue postergado?
En Europa, los agricultores reclaman y logran subsidios. En Estados Unidos, los farmers cuentan con garantías de precio, incentivos a biocombustibles y apoyo estatal permanente. Aquí, el Estado captura gran parte de la renta agrícola y luego le pide al campo que invierta, innove y sostenga la economía.
¡Bien por las MOI, pero el agro también necesita aire!
Celebramos la eliminación de retenciones para las exportaciones industriales. Pero es hora de terminar con la ficción de que el agro no agrega valor.
El campo argentino es industria, ciencia, trabajo y exportación. Ignorarlo es seguir hipotecando su potencial.
El poncho debe ser para todos.
