Con un abordaje integrado desde diversos enfoques, como la composición del suelo, las estrategias de manejo y las oportunidades de agregar valor ambiental, los expositores del panel "Sostenibilidad de nuestros sistemas: Suelos y más allá" brindaron un panorama de las herramientas y tecnologías disponibles que permiten avanzar en el camino para lograr un mayor valor ambiental.
Silvia Imhoff se refirió a la salud física del suelo y a su capacidad continua para funcionar como un ecosistema vivo que sustenta la vida. La investigadora de la FCA de la UNL- CONICET señaló que, como ecosistema complejo, el suelo tiene 4 limitantes importantes desde el aspecto físico: temperatura, impedimento mecánico, oxígeno, cantidad de agua/potencial hídrico. Todos actúan en interdependencia, pero el último es el que condiciona el agua junto con los nutrientes disponibles para la absorción por parte de la planta.
"Cuando el suelo se compacta la humedad a capacidad de campo en términos de aire y poros se reduce", indicó Imhoff. Es decir, puede haber agua, pero la planta no puede aprovecharla porque no puede crecer debido a la compactación.
Al respecto mencionó ensayos en campos de Santa Fe con suelos hipercompactados con el uso de la maquinaria disponible sin adaptar. La experiencia general arrojó que, a menor compactación, mayores rendimientos. Además, la investigadora comentó que estos componentes asociados con otros, por ejemplo, el aporte de calcio (como sulfato e hidróxido) mejoraron también los niveles de ph y de zinc.
"La interacción entre la estructura del suelo y los nutrientes es directamente proporcional", precisó Imhoff. De hecho, "en este sistema complejo con características físicas, biológicas y químicas del suelo, todo está conectado", agregó.
Desde un enfoque del manejo de los suelos, el consultor Alberto Quiroga, planteó el interrogante ¿Qué hacemos mal, qué hacemos bien?. Para pensar en los sistemas de producción y la influencia del manejo de los suelos. "El suelo es lo que es porque se relaciona con lo que hicimos", sentenció.
En este análisis que recupera un bagaje histórico Quiroga destacó la biomasa de raíces en términos de índice de rotación (IR) y la secuencia de cultivos como un parámetro bastante estable. Otro parámetro de referencia es el tiempo de ocupación (TO), o sea el porcentaje del ciclo productivo en que el suelo está cubierto.
"En lo que respecta a la biomasa de raíces vemos que un buen promedio son las 8 ton/ha., mientras que un buen índice de TO estaría por encima del 60%", detalló el consultor. Sin embargo, reveló que en los últimos 20 años el IR pasó de 8tn/ha. a 4 tn/ha., y el TO se redujo de 70% a 42%. Entonces "¿cómo mantener los nutrientes si hemos bajado el volumen y el tiempo de raíces activas en el suelo?", consultó Quiroga al auditorio colmado.
Para él, la estrategia es pensar en combinaciones estratégicas de manejo del suelo, por ejemplo, en la falta de macro porosidad hay 5 factores que entran en juego, hay que identificar cuáles son los que interactúan en cada caso y diseñar la estrategia en base a ello, advirtió.
Según el consultor, "en general, los trabajos de descompactación no se están haciendo bien", afirmó. Y agregó que eso no requiere grandes inversiones, sino mejor conocimiento del suelo, sostuvo el especialista.
A su turno, Rodolfo Bongiovanni (EEA INTA Manfredi), brindó detalles sobre la Huella de C en sistemas agropecuarios, como práctica de base para pensar en la mitigación de emisiones de GEI.
A nivel mundial, la actividad que más gases con efecto invernadero (GEI) produce es la energética, principalmente el uso de combustibles fósiles. En Argentina, a esta actividad le sigue la agricultura. "En 2018 representaba un 39% del total de GEI y pasó en 2020 al 45%, es decir un aumento de 2,7%, diferencia impulsada por la pandemia", reveló.
Bongiovanni recomendó informarse sobre las herramientas existentes y la información disponible para evaluar, reducir, secuestrar el carbono de los sistemas. En este sentido, destacó la importancia de contar con información local, ya que los informes europeos, aplican métodos y parámetros que no son viables o representativos para todas las regiones argentinas por igual, por ejemplo, el índice de deforestación.
En esta línea, el referente de INTA señaló que, para los sistemas productivos argentinos, la siembra directa ya no es suficiente, "necesitamos mecanismos que brinden mayor secuestro de C", sostuvo Bongiovanni.
Dentro de las recomendaciones, además de establecer la huella de carbono, a través de calculadores online desarrollados por INTA/INTI y el programa de las bolsas PACN y otras, el especialista mencionó la importancia de comenzar a secuestrar C mediante protocolos y métodos disponibles, como el de FAO (GSOC MRV) o el test IPCC, que son perfectibles a partir de datos locales.
Otra alternativa son los bonos de carbono (capturado o evitado), mercado voluntario del que ya participan 170 actores. Del mismo modo, Bongiovanni recomendó conocer sobre las certificaciones y trazabilidad como oportunidades de agregar valor ambiental.