El camino no es la fantasía: o remonetizamos el peso, o vamos al fracaso
Y si seguimos improvisando con slogans, nos vamos directo al fracaso. No existe la desaparición del peso. Lo que debe existir es seriedad.
El Gobierno presentó la semana pasada el llamado "Plan de Reparación Histórica de los Ahorros de los Argentinos". Un título rimbombante que, lejos de inspirar confianza, puede generar el efecto contrario: descreimiento. ¿Reparación de qué? ¿Quién fue el que les dañó los ahorros a los argentinos? ¿El mismo Estado que hoy los invita a "blanquear" lo que no está en el sistema?
Desde lo técnico, el objetivo es loable: captar parte de los más de 250.000 millones de dólares que están fuera del sistema formal. Pero la forma, el discurso, el momento y la credibilidad son igual de importantes que el contenido.
Porque la gente no es boluda, como alguna vez dije y lo reitero. Cuando escuchan a los funcionarios hablar de "competencia de monedas", recuerdan que el propio presidente Milei hizo campaña con la bandera de la dolarización. No se puede pasar del "peso es excremento" a pedir que la gente confíe en una bimonetariedad como si fuera una epifanía post ducha.
La dolarización no sucede por decreto. Tampoco el peso desaparece mágicamente.
Hoy, la única vía hacia un modelo sostenible es la remonetización del peso, con reformas serias, coherencia política y estabilidad macro. La dolarización, esa que se invoca como destino inevitable, no llegará por éxito de gestión, sino por el fracaso más rotundo del Gobierno. No es una salida virtuosa, es una capitulación.
La idea de una "dolarización endógena" es un invento. No existe. Lo que sí existe -y debe promoverse- es una bimonetariedad pragmática, donde el peso recupere su rol como moneda transaccional y de corto plazo, y el dólar conviva como reserva de valor en el ahorro.
Pero para que eso ocurra, se necesita más que un cambio normativo. Se necesita confianza, previsibilidad, Estado de Derecho, un sistema impositivo razonable, y sobre todo, una narrativa seria que no subestime al ciudadano.
Un Estado que persiguió durante décadas no puede ahora aparecer como el redentor.
La gente no va a sacar sus dólares del colchón porque le digan que hay un "plan de reparación". La confianza no se ordena por decreto ni se comunica con marketing, se construye con hechos, con coherencia entre lo que se promete y lo que se hace.
Este Gobierno, que aún tiene tiempo para corregir, necesita dejar de vivir del relato disruptivo y abrazar la gestión responsable. Es hora de entender que el éxito no está en hacer desaparecer el peso, sino en revivirlo con dignidad. Eso es remonetizar. Y eso -ni más ni menos- es gobernar.