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China y Estados Unidos: entre amenazas arancelarias y estrategias de negociación

El panorama comercial entre China y Estados Unidos se complica nuevamente mientras Donald Trump intensifica sus amenazas arancelarias, preparando el terreno para una posible nueva guerra comercial.

 Pekín, armado con las lecciones de enfrentamientos previos, busca adelantarse con medidas estratégicas que incluyan restricciones propias y una invitación a negociar antes de que las tensiones escalen.

Tras la primera guerra comercial durante el mandato de Trump, China ha fortalecido su posición en sectores clave como los vehículos eléctricos y la energía verde, y ha reducido su dependencia de productos estadounidenses como los aviones Boeing. Sin embargo, aún no es autosuficiente y enfrenta vulnerabilidades en áreas estratégicas como los microchips avanzados y los equipos de alta tecnología.

En este contexto, Pekín lanzó esta semana una investigación antimonopolio contra Nvidia, un gigante estadounidense de chips, y prohibió la exportación de minerales raros hacia Estados Unidos, medidas vistas como cartas iniciales para las negociaciones. Según Fred Neumann, economista jefe para Asia de HSBC, estas acciones buscan allanar el camino para un diálogo en lugar de intensificar el conflicto.

El temor a una guerra comercial total

Aunque China se encuentra mejor preparada, una guerra comercial total con Estados Unidos dañaría su ya frágil economía. La imposición de aranceles adicionales podría desviar aún más a China de las cadenas de suministro globales y afectar gravemente su comercio.

Además, la dependencia de los consumidores estadounidenses sigue siendo crucial para el gigante asiático, especialmente ante un comercio mundial cada vez más pesimista y una débil demanda interna.

Puntos críticos en la mesa de negociación

Entre las prioridades de Pekín se encuentra la renovación del Acuerdo de Ciencia y Tecnología entre Estados Unidos y China, que expiró en agosto. Este acuerdo permite la colaboración científica entre ambas naciones y es vital para asegurar un suministro constante de chips avanzados fabricados en Estados Unidos.

Asimismo, Trump ha prometido aranceles adicionales del 10% a los productos chinos, justificándolos con la necesidad de presionar a China para frenar los flujos de fentanilo hacia Estados Unidos. Este enfoque, que mezcla justificaciones políticas con restricciones comerciales, añade otra capa de complejidad a las negociaciones.

Posibles acuerdos y obstáculos

China podría ofrecer incentivos como aumentar las compras de petróleo y gas natural licuado, sectores en los que Estados Unidos tiene un exceso de producción. Sin embargo, los analistas advierten que Trump podría ver los aranceles como una herramienta más lucrativa que las negociaciones, especialmente si percibe que China no ha cumplido con acuerdos previos.

Mientras tanto, las empresas estadounidenses en China enfrentan un clima de creciente incertidumbre. Según Michael Hart, presidente de la Cámara de Comercio Americana en China, el sentimiento empresarial está en su nivel más bajo desde 1999, con preocupaciones sobre el acceso al mercado chino.

Un camino lleno de incertidumbres

Con una nueva administración republicana en camino y tensiones geopolíticas en aumento, las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos están en una encrucijada. Las negociaciones prometen ser intensas, marcadas por intereses económicos, estratégicos y políticos de ambas potencias.

El resultado no solo definirá el futuro de los mercados globales, sino también el equilibrio de poder en una relación cada vez más tensa y compleja.

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