El recrudecimiento de los choques entre Israel e Irán no solo sacude el tablero geopolítico, sino que pone en alerta a los mercados agroalimentarios globales. ¿Cómo podrían trasladarse estas tensiones a las cadenas de valor del trigo y los fertilizantes? Un equipo de expertos analiza el riesgo latente para productores de América Latina.
El reciente episodio bélico entre Israel e Irán, que incluye ataques cruzados y misiles hipersónicos, encendió las alarmas en los mercados internacionales. Más allá del impacto directo en vidas y territorio, el conflicto trae consigo riesgos logísticos y comerciales que amenazan a las cadenas de valor del trigo y los fertilizantes, esenciales para la agroexportación latinoamericana.
Analistas advierten que, aunque por ahora es prematuro anticipar una crisis de precios o volúmenes, existen antecedentes claros, como la guerra Rusia-Ucrania, que muestran el contagio de tensiones en Medio Oriente hacia los commodities agropecuarios. El tránsito por el canal de Suez, clave para el 15% del comercio mundial de granos, y por el estrecho de Ormuz para los combustibles, podría verse alterado, aumentando costos logísticos y seguros.
Aunque Israel e Irán no son grandes exportadores, la región (incluyendo norte de África y Medio Oriente) aporta significativamente a la producción de fertilizantes nitrogenados como la urea. Si la logística se complica, podría escasear insumo esencial para la agricultura latinoamericana, presionando los precios en origen. Algunas consultoras ya reportan aumentos en futuros de urea en EE. UU., Brasil y Medio Oriente, vinculados a noticias del conflicto.
Maximiliano Moreno, del Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (INAI), explica que la escala del conflicto -actores, territorio y apertura del flanco de rutas- determinará cuánto se verá reflejado en los mercados agroalimentarios. A esto se suma el alza en costos operativos: seguros, desvíos marítimos e incluso restricciones portuarias pueden encarecer toda la cadena de suministro.
Frente a este escenario, los productores y exportadores deben rearmar su estrategia: diversificación de mercados, contratos anticipados y esquemas de cobertura (hedging) para mitigar la variabilidad inflacionaria, especialmente en insumos como fertilizantes. La tecnología-dentro de la agricultura digital y trazabilidad-puede convertirse en una herramienta clave para optimizar el uso de recursos y reducir costos.
En este contexto, se vuelve urgente una política comercial proactiva que fortalezca acuerdos (MERCOSUR-UE, Alianza del Pacífico) para garantizar flujo alternativo de insumos. Al mismo tiempo, será clave avanzar en inversión en infraestructura portuaria y vial para reducir vulnerabilidades logísticas. También se requieren incentivos públicos-privados para biotecnología y producción local de fertilizantes, junto con financiamiento adaptativo: créditos indexados, seguros ante riesgo de insumos, alianzas con organismos multilaterales como el BID o el IICA.
Aunque aún no se viven efectos contundentes, la escalada entre Israel e Irán representa una amenaza potencial para los precios y la disponibilidad de granos y fertilizantes. América Latina, con su rol clave en la seguridad alimentaria global, debe actuar con visión estratégica, fortaleciendo acuerdos, infraestructura e innovación tecnológica para blindar su comercio agroalimentario frente a shocks geopolíticos.