En un movimiento que marca una tenue reactivación industrial, Vicentin volverá a tener actividad en sus plantas de San Lorenzo y Ricardone, aunque lo hará sin poner un solo grano propio en juego. La compañía, aún inmersa en su prolongado proceso concursal, firmó ocho contratos de fasonado con grandes agroexportadoras que utilizarán su infraestructura para procesar mercadería de terceros.
Las firmas que rubricaron los convenios son pesos pesados del comercio agrícola: Cargill, Bunge, Viterra, Louis Dreyfus Company, ACA, Molinos Agro, Commodities SA y Ammagi. Todas acordaron usar la capacidad ociosa de Vicentin -muelles, silos, líneas de procesamiento y pesaje- para moler sus granos, sin intervención productiva de la firma santafesina.
Una fábrica que funciona como prestadora de servicios
Los contratos establecen condiciones detalladas: volúmenes, precios, transporte, márgenes y responsabilidades por cada tonelada. El grano, así como los productos resultantes del procesamiento, permanecerán en todo momento bajo propiedad de las agroexportadoras, que usan la infraestructura como si fuera alquilada. Es, en los hechos, un esquema de fasonado puro.
El juez Fabián Lorenzini, que sigue el concurso de acreedores de Vicentin, dio luz verde a la operación. Consideró que los contratos constituyen actos de administración ordinaria, por lo que no necesitan autorización judicial previa. Ordenó, no obstante, que se incorporen al expediente concursal y que la empresa informe regularmente sobre su cumplimiento.
Sin capital ni grano, pero con movimiento
El retorno a la actividad fabril no implica una solución de fondo. Vicentin sigue sin capital de trabajo, en cesación de pagos y con una imagen fuertemente deteriorada en el ámbito financiero. No hay control sobre la producción ni perspectiva inmediata de reactivación comercial propia.
En este marco, el alquiler de sus instalaciones se presenta como una estrategia de supervivencia, orientada a generar ingresos mínimos, sostener parte de la estructura y ganar tiempo mientras se busca destrabar una salida al laberinto judicial y financiero en que está atrapada la firma.
Un guiño a los acreedores... y al mercado
La medida también puede leerse como una señal hacia los acreedores y el sistema judicial. Si bien los fasones no resuelven la insolvencia, muestran que la empresa todavía cuenta con un activo relevante -su capacidad industrial- y con interlocutores dispuestos a usarlo.
Para las empresas contratantes, es una oportunidad de aprovechar instalaciones estratégicamente ubicadas en la zona núcleo exportadora, sin necesidad de inversión adicional ni riesgo productivo.
Así, mientras Vicentin sigue sin producir, su maquinaria volverá a girar por otros. Un revival sin reapertura, pero con efectos concretos sobre la actividad portuaria y el ecosistema agroindustrial del sur santafesino.