Después de un 2024 marcado por la caída del consumo y la retracción del mercado interno, los lácteos parecen haber encontrado un nuevo punto de apoyo en este 2025. Según datos difundidos por la Organización de la Cadena Láctea Argentina (OCLA), entre enero y abril se comercializaron cerca de 700.000 toneladas de productos lácteos en el país, un 14% más que en el mismo período del año pasado.
Lejos de tratarse de un boom gourmet, lo que impulsa la suba es el regreso a lo esencial: leche fluida, manteca y leche en polvo. El consumidor argentino, con bolsillos aún golpeados, busca proteínas básicas al menor costo posible.
La recuperación, con pies de barro
En términos interanuales, las ventas totales crecieron un 15,4%. Abril fue el mes que consolidó la tendencia, con un incremento del 2,8% respecto a marzo. Sin embargo, la foto completa tiene más matices: el consumo está todavía muy por debajo de los promedios de las últimas dos décadas. A principios de los 2000, el argentino promedio consumía más de 180 litros anuales de productos lácteos en equivalente leche. Hoy esa cifra está lejos.
Los productos más accesibles fueron los que empujaron el carro: la leche en polvo se disparó un 33%, la manteca creció un 22% y los quesos blandos, un 20%. En cambio, postres y flanes, productos de mayor valor agregado, apenas movieron la aguja: no llegaron al 1% de suba.
Detrás del rebote
A pesar de los números alentadores, los desafíos persisten. La informalidad, los bajos ingresos y la aparición de sustitutos más baratos siguen condicionando al sector. Además, el Valor de la Leche Equivalente (VLE) que recibe el productor argentino sigue estando por debajo del promedio internacional.
El Día Mundial de la Leche, celebrado el 1 de junio, fue una oportunidad para tomar nota: la rueda lechera empieza a girar de nuevo, pero aún hay mucho camino por recorrer para que vuelva a girar con toda su potencia.
