En el corazón de la Cuenca Lechera Sur de La Pampa, un equipo del INTA Guatraché lleva adelante una investigación que podría cambiar la manera de ver y gestionar los residuos en los tambos argentinos. Se trata del uso de purines, residuos orgánicos provenientes de excretas animales, restos de alimentos y aguas de limpieza, que históricamente fueron considerados un problema para los productores.
Los resultados preliminares son contundentes: la aplicación de purines sobre cultivos de maíz para pastoreo triplica la producción de forraje respecto al uso convencional de fertilizantes químicos como la urea.
"La alta concentración de nitrógeno, fósforo, calcio y magnesio los convierte en una excelente fuente de fertilización", explicó Laura Rodríguez, investigadora del INTA, y subrayó que además de mejorar la productividad, mejora la salud del suelo.
Los suelos tratados con purines mostraron mayores niveles de materia orgánica y fósforo disponible, claves para la fertilidad a largo plazo. Pero además, según Cintia Schenkel, parte del equipo investigador, "la liberación de nitrógeno fue más gradual, lo que redujo la concentración de nitratos y el riesgo de contaminación de aguas subterráneas".
Este comportamiento evita la lixiviación, uno de los mayores desafíos de los fertilizantes sintéticos, y abre la puerta a un modelo de manejo más sostenible y eficiente.
En La Pampa, la Cuenca Lechera Sur concentra el 67% de los tambos provinciales y genera más de 114 millones de litros de leche por año. Esta escala de producción genera grandes volúmenes de purines que, si se aprovechan correctamente, podrían convertirse en un insumo estratégico.
"Los purines no son un residuo: son un recurso clave para un modelo de producción agrícola más equilibrado y responsable", enfatizó Schenkel.
A futuro, el INTA continuará los estudios para monitorear riesgos potenciales como metales pesados o patógenos, y para consolidar esta práctica como parte de una estrategia de fertilización integral.