El campo del norte mexicano atraviesa una de sus peores crisis en décadas. Las imágenes son elocuentes: animales muertos sobre los llanos secos, familias que contemplan dejar las tierras donde vivieron toda su vida y represas al borde del colapso. Mientras tanto, desde Washington crece la presión por el cumplimiento del Tratado de Aguas de 1944, que México hoy no puede honrar.
Según datos oficiales, más del 64% del territorio mexicano enfrenta condiciones de sequía. Pero el norte es el más golpeado, en especial el estado de Chihuahua, donde vastas extensiones están bajo niveles extremos.
En localidades como Julimes y Valle de Zaragoza, el panorama es desolador. La presa La Boquilla, de la cual dependen miles de hectáreas productivas, se encuentra críticamente baja. Sin agua, los ganaderos han debido mover sus rodeos y muchos evalúan abandonar sus ranchos.
"Si no hay más agua, tendremos que irnos de aquí. Imaginate dejar este lugar a mi edad, donde viví toda mi vida", lamentó Manuel Araiza, productor ganadero de 60 años.
El contexto no se limita a lo climático. Estados Unidos exige que México cumpla con la entrega de agua pactada en el tratado binacional, argumentando que los agricultores texanos están en crisis. La administración de Donald Trump advirtió con aplicar sanciones económicas o aranceles si no hay avances.
Pero desde Ciudad de México, la respuesta es clara: la sequía impide cumplir con los envíos, y el conflicto escala en una tensa negociación diplomática que pone a los productores en el centro de la tormenta.
Estreberto Sáenz Monje, productor de 57 años, resumió la angustia de muchos:
"Mis hijos me dicen que ya no es negocio y que venda los animales. La verdad, nunca vimos algo así."
La falta de agua y pasturas ya llevó a muchos a sacar el ganado de las zonas altas, pero sin soluciones estructurales ni apoyo sostenido, la viabilidad de miles de pequeños y medianos productores queda en duda.
La sequía extrema, el cambio climático y los compromisos internacionales cruzan una línea crítica en el norte de México. Lo que antes era un problema estacional hoy se presenta como una amenaza estructural al modelo productivo de una de las regiones clave para la seguridad alimentaria regional.
¿Podrá México sostener su compromiso internacional sin quebrar a sus productores? ¿Cuál será el rol de EE.UU. ante la emergencia climática de su vecino? Las respuestas, de momento, están tan secas como los campos de Chihuahua.