Cuando en 2025 estalló la guerra comercial entre EE.UU. y China, gran parte de América Latina ya había avanzado en una reconfiguración de sus relaciones comerciales. Países como Brasil, Chile y Perú rompieron parcialmente su dependencia histórica de EE.UU. y se volcaron hacia el gigante asiático, que los transformó en proveedores clave de materias primas como soja, cobre e hierro.
Según Credicorp, Chile envía a China el 39,1% de sus exportaciones, Brasil el 31,7% y Perú el 29,2%, cifras que superan ampliamente su comercio con Estados Unidos.
Expertos advierten que no se trata de sustituir un socio por otro, sino de diversificar las relaciones internacionales. "Para China, somos tan importantes como ellos lo son para nosotros", resume Pedro Rebelo, desde São Paulo Negócios.
En 2001, China representaba solo el 3,27% de las exportaciones brasileñas.
En 2009, superó a EE.UU. como principal socio comercial.
Hoy, la soja es el principal producto exportado a China, con un crecimiento sostenido pese a limitaciones logísticas.
Aunque no existe un TLC formal entre ambos países, el comercio bilateral es intenso, con una fuerte complementariedad agroindustrial.
2006: Chile firmó el primer Tratado de Libre Comercio con China en la región.
Exporta cobre, frutas, vino y productos del mar, altamente demandados por la economía china.
China invierte en minería, energía, infraestructura y telecomunicaciones chilenas.
El flujo comercial sigue creciendo, mientras que el comercio con EE.UU. se estabilizó desde 2004.
2010: entra en vigor su TLC con China.
2019: se suma a la Iniciativa de la Franja y la Ruta.
En 2024, China inauguró el megapuerto de Chancay con una inversión de USD 3.500 millones.
Perú exporta cobre, hierro y otros commodities, pero sufre alta dependencia comercial del país asiático.
Analistas advierten sobre riesgos geopolíticos y económicos ante un posible enfriamiento de la economía china.
La relación con China ha sido vista por muchos países latinoamericanos como una vía para impulsar la infraestructura, el comercio y la competitividad, sin necesariamente cortar vínculos con EE.UU. Sin embargo, la creciente interdependencia genera preguntas sobre la soberanía económica y la autonomía estratégica de la región.