En el corazón productivo del país, mientras miles recorrían maquinaria y genética de punta en Agroactiva, en un rincón más íntimo del predio se sembraba algo distinto: una forma nueva de construir política para el agro.
Allí, diputados nacionales de diferentes espacios -Roberto Mirabella (UxP), Nicolás Mayoráz (LLA) y Germana Figueroa Casas (Pro)- compartieron escenario con referentes de instituciones del campo. ¿El objetivo? Trazar puentes entre la política y la agrobioindustria, sin perder tiempo en discursos vacíos.
Inspirados por el caso de Brasil, donde el 60% del Congreso responde a la bancada ruralista, el Espacio Legislativo Agropecuario y la Asociación Barbechando activaron una discusión tan silenciosa como necesaria: cómo lograr que el Congreso argentino legisle con y para el campo, sin partidismos.
"Cuando el campo se pone de acuerdo antes de hablar con la política, se acortan las distancias", señaló Mayoráz, sintetizando una lógica de sentido común que no siempre abunda en los pasillos legislativos.
Mirabella aportó que "la defensa del agro no tiene camiseta partidaria", y pidió abandonar trincheras para enfocarse en objetivos comunes. Figueroa Casas, por su parte, eligió una frase que se convirtió en emblema del encuentro: "No va a haber cosecha sin siembra".
En esa siembra, también participaron referentes técnicos. Marcelo Torres, presidente de AAPRESID, remarcó que la transformación empieza en casa: "Hay que sentirse protagonista del propio desarrollo". Lucas Magnano, de CONINAGRO, insistió en que la claridad del mensaje del productor es clave para exigir a la política. Y Ricardo Bergmann, de ACSOJA, dejó en claro que "necesitamos política, aunque algunos la ensucien".
Barbechando -la entidad que hace de bisagra entre el agro y el Congreso- volvió a mostrarse como un actor esencial para sostener estos espacios de construcción colectiva. "El trabajo previo es el que da legitimidad a cualquier política pública", destacaron sus organizadores.
En un país donde el cortoplacismo suele imponerse, la reunión dejó una certeza: la siembra más importante del agro argentino puede darse, por fin, en los surcos del Congreso.